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El tigre sí es como lo pintan

Una imagen colonial de naturaleza hace que nuestros niños conozcan más animales africanos, europeos o asiáticos que colombianos.

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28 de julio de 2016

En la iglesia catedral de nuestra señora de Monguí, hay un par de cuadros votivos del siglo XVII, exhibidos en memoria de dos milagros portentosos de la imagen venerada en ese templo. En uno de ellos el retablo representa el momento en el que una madre salva a sus hijos del ataque de un tigre, invocando a la virgen mientras arroja sobre él masa hirviendo.

La mención al depredador asiático en un exvoto boyacense, no es del todo sorprendente. Desde la conquista española se adoptó su nombre en toda América Latina para referirse al jaguar. Pero lo que sí llama la atención es que la ilustración en este pequeño cuadro retrata, sin ningún lugar a dudas, a un poderoso tigre de Bengala.

A lo mejor el artista anónimo del pequeño cuadro fue literal en su interpretación del nombre del animal. Pero lo más probable es que su obra sea una representación temprana del imaginario colectivo que no vacila en creer que los mayores felinos del país son los tigres y leones de ultramar. Esa misma imagen colonial de naturaleza que hace que nuestros niños conozcan más animales africanos, europeos o asiáticos que colombianos.

El error zoogeográfico de la imagen de Monguí no es un simple accidente. Hace unos meses, queriendo averiguar hasta qué punto los símbolos patrios de los colombianos han sido invadidos por la fauna heráldica de otras latitudes, me topé de nuevo con el gran gato asiático en el escudo de armas del Vichada y lo que es peor, según reza la descripción del símbolo, el animal que lo custodia en actitud rampante ¡representa la fauna propia de la selva del departamento!.

Para consuelo de los vichadenses – o para mayor vergüenza nacional – un segundo escudo tiene también su propio tigre de Bengala y, dada su antigüedad, probablemente fue la primera representación de este animal en la iconografía oficial de lo que hoy es Colombia. En efecto, el escudo del Departamento del Chocó, que originalmente fue asignado mediante una cédula de la corona española emitida en 1515 a Santa María la Antigua del Darién, contiene un tigre bípedo que sin duda sirvió de modelo al del Vichada.

Un examen de los demás símbolos departamentales es tan curioso como el exvoto de la catedral de Monguí. Aunque 17 de los 32 departamentos contienen animales en sus escudos, la inmensa mayoría de ellos son foráneos y por lo tanto la fauna colombiana, que con sobrados méritos podría ayudar a crear sentido de pertenencia y orgullo patrio, apenas se asoma con timidez en la heráldica nacional.

Tres departamentos escogieron animales mitológicos entre sus blasones. Tolima tiene un cisne azorado, Meta y Casanare sendos centauros y este último departamento incluye además en su escudo el águila bicéfala del sacro imperio romano germánico.

Un segundo grupo optó por los animales domésticos. Los escudos de Sucre, Meta, Arauca, Vichada, Casanare y Guaviare tienen cabezas de ganado vacuno y Risaralda un insecto. Y aunque las abejas que simbolizan la laboriosidad en el emblema de este último departamento bien pudieran ser algunas de las muchas que se encuentran en Colombia, el modelo empleado por los artistas para representarlas es a todas luces la especie introducida de Europa entre los siglos XVI y XVII.

Las aves rapaces, tan comunes en la heráldica, sólo figuran en los emblemas de tres departamentos y a pesar de la diversidad de este grupo en Colombia, ninguna de las escogidas es propia del país. Las águilas negras de los escudos de Boyacá y Cundinamarca son copia flagrante del símbolo empleado en España por los reyes católicos para denotar poder supremo, mientras que el azor bolivarense no es reconocible y dada la antigüedad de su adopción, lo más probable es que haya sido tomado de algún blasón europeo.

Restan entonces ocho animales para sacar la cara por el país en el bestiario heráldico. El Vichada acompañó su tigre con una garza blanca y Chocó lo hizo con un caimán. Arauca representa su fauna con una garza solitaria en medio de una laguna, el Caquetá con un paujil y el Vaupés con un tucán. El Guainía, por su parte, reconoció la riqueza de sus recursos hidrobiológicos al incluir en su escudo dos peces ornamentales, un escalar y un cardenal, de la misma forma que lo hace el Guaviare con tres dorados.

Finalmente, en medio de la pobre representación de la fauna autóctona en la heráldica regional de este país megadiverso, hay una presencia bienvenida. En el campo inferior del escudo de Córdoba reposa un jaguar, símbolo religioso de la cultura Zenú y digno representante de la fauna silvícola de los valles aluviales del Sinú y el San Jorge. Ante la invasión de símbolos faunísticos de otras latitudes, no deja de ser un consuelo ver que al menos en uno de los blasones regionales el tigre sí es como lo pintan.