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La protección de bosques: un compromiso de todos

Si el mundo quiere un acuerdo climático y una nueva agenda de desarrollo positiva para la economía, las personas con bajos recursos y las empresas, es necesario incluir a los bosques.

9 de septiembre de 2015

Durante septiembre de 2015, los gobiernos del mundo se reúnen en Nueva York para fijar metas con el objetivo de eliminar la pobreza extrema en el año 2030, todo esto habiendo acordado formas de movilizar las inversiones necesarias para tener éxito en la tarea. Luego en diciembre, las naciones acordarán en París un pacto climático de potencial amplio alcance. Este pacto hilvanará conjuntamente varios planes de acción a nivel país entre el 2025 y el 2030. En paralelo, las compañías también anunciarán nuevos acuerdos climáticos. Estos compromisos muestran que tanto el sector público como el privado parecen estar más que nunca involucrados en la discusión.

Sin embargo, colectivamente estos compromisos serán insuficientes para mantener el calentamiento global a menos de 2 grados centígrados, umbral que científicos y gobiernos han catalogado como crítico en aras de evitar consecuencias catastróficas para cientos de millones de personas. En este punto los líderes globales deberían contemplar, de cara a París, la importancia de los bosques del mundo.

Durante la Cumbre sobre el Clima de las Naciones Unidas (ONU), celebrada en septiembre de 2014, más de 175 países, compañías y organizaciones representantes de grupos indígenas firmaron la Declaración de Nueva York sobre los Bosques, comprometiéndose a reducir a la mitad la pérdida natural de bosques en el mundo para el 2020, eliminándola por completo para el 2030 e impulsando la reforestación.

Una masa crítica de naciones con selvas tropicales y compañías agrícolas globales por primera vez respaldaron fuertemente estas ambiciosas metas. Las economías desarrolladas se comprometieron a aportar incentivos económicos de gran escala para ayudar a posibilitar progresos significativos. Una vez implementadas, de acuerdo con la ONU, alcanzar estas metas reducirá entre 4.500 y 8.800 millones de toneladas de carbono para el 2030, aproximadamente lo mismo que poner punto final a toda la contaminación climática producida por todos los autos del mundo. Hacerlo es más económico que otras soluciones, y trae muchos beneficios para las 1.600 millones de personas que dependen de los bosques como medio de subsistencia.

Varios países en desarrollo encabezan la iniciativa. Brasil ha reducido la pérdida de bosques en el Amazonas en más de 75%, aumentando al mismo tiempo la productividad agrícola y los ingresos rurales de poblaciones con pocos recursos. Estos resultados se dieron a través del refuerzo de políticas públicas con liderazgo desde el gobierno, el sector privado y la sociedad civil.

Asimismo, a finales del año pasado, Perú se comprometió a poner fin a la deforestación para el 2021, en sociedad con Noruega y Alemania. Y Colombia develó recientemente planes para una de las áreas protegidas más grandes del mundo, comprometiéndose a restaurar un millón de hectáreas de área deforestada y alcanzar una deforestación neta de cero en la región del Amazonas para el 2020. También catorce de los principales países con bosques en el mundo, incluyendo a los dos anteriormente mencionados, prometieron presentar metas forestales ambiciosas antes de París y retaron a las economías industrializadas a cumplir su compromiso de 2014 de crear verdaderos incentivos económicos.

Por otra parte, el sector privado también está moviendose. En 2010, el Foro de Productos para el Consumidor reunió empresas con más de 3 billones de dólares en ingresos anuales, prometiendo eliminar la deforestación en su cadena de proveedores para el 2020. Compañías de productos para el consumo como Unilever, Nestlé, McDonalds e importantes comercializadoras de commodities agrícolas como Wilmar, Cargill y Archer Daniels Midland se han comprometido con implementar esa promesa.

Dado que la agricultura representa más de 70% de la deforestación tropical, estos compromisos tienen un enorme potencial, pero todo depende de que sean plenamente implementados; y las compañías de la cadena de proveedores deben hacer su parte. Hacerlo es bueno para el negocio porque asegura nuestra licencia para operar, nuestro abastecimiento futuro y mitiga el riesgo en un mundo de recursos finitos. Significa hacer lo correcto por el planeta y ser capaz de atender a los consumidores en las próximas décadas.

Pero los países con bosques, las comunidades locales y las compañías no pueden tener éxito solos. Los países desarrollados deben cumplir su compromiso y crear incentivos económicos para la acción. Las naciones con bosques dispuestas a hacer más de lo que les corresponde para resolver la crisis climática, deberían ser premiadas vía pagos basados en resultados. En París, las naciones desarrolladas deberían dar los incentivos económicos que prometieron en 2014, comprometiéndose a financiar la reducción anual de 2.000 millones de toneladas de emisiones en las selvas tropicales para el 2020. El informe Nueva Economía del Clima 2015 de la Comisión Global sobre Economía y Clima, de la que soy Comisionado, también defiende el aumento de flujos internacionales para REDD+ más allá del 2020, con el objetivo de financiar la reducción anual de otras mil millones de toneladas de emisión desde el 2020 y más allá.

Estos fondos deberían financiar el incremento del producto agrícola y los ingresos rurales, intensificando la producción agrícola y restaurando la productividad en tierras ambientalmente degradadas, en lugar de expandir la agricultura a costa de los bosques, de comunidades dependientes de éstos y del clima.

China e India, ambos importadores significativos de commodities que ponen en riesgo los bosques, también deberían empezar a hacer valer su poder de compra. Pueden enviar una señal importante en el sentido de que los mercados más grandes y de mayor crecimiento de palma, soja y otros commodities quieren y esperan que sean sustentablemente producidos.

A través de estas inversiones y señales, el mundo puede alimentar su creciente población, finalizar la pobreza extrema, proteger los bosques y abordar el cambio climático en la forma más eficiente y equitativa posible.

Hasta el momento, las asociaciones forestales no tienen gran preeminencia en las discusiones climáticas con miras a París. Las negociaciones se están enfocando en lo que cada país puede hacer por sí solo, en lugar de también analizar qué más podemos hacer trabajando juntos. Esto es un error, ya que ignora oportunidades de acción de bajo costo a favor del crecimiento, y exacerba el riesgo de que muchos países en desarrollo no se jueguen demasiado para llegar a un acuerdo ambicioso sobre el clima. Afortunadamente, aún hay tiempo de cambiar esto. El mundo puede y debe incluir el cuidado de los bosques con mira a un ambicioso acuerdo climático.

*Paul Polman es CEO de Unilever y presidente del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sustentable / @PaulPolman.