Hace poco sucumbí a la tentación de comprar un celular inteligente, desde entonces entiendo la fascinación compartida por estas máquinas, las nuevas formas de comunicarnos y de administrar la vida misma a través de la digitalización de la rutina y la información personal concentrada en una abstracción llamada nube, sin embargo, este no es el objeto de este texto. Lo que motiva mis reflexiones es la preocupación constante por la batería del celular y la búsqueda de una fuente de energía, un enchufe, para evitar la experiencia del estrés que se altere el sistema con la ruptura de las comunicaciones.
Pensar la energía es pensar en el origen y el elemento que hace posible la vida, desde una concepción teológica, biológica o artificial. La energía, en cualquiera de sus formas, ha permitido el avance de la humanidad y es la que permitirá la explotación o la limitante de sus posibilidades como especie.
Recientemente, el Programa Internacional Geosfera-Biosfera (IGBP) publicó los nuevos gráficos de la ‘Gran aceleración’, esta tendencia del antropoceno que empezó en la segunda mitad del siglo XX. (Vea: El antropoceno: la edad de los humanos)
Los gráficos fueron desarrollados con el fin de entender la estructura y funcionalidad de nuestro planeta a través de una serie de tendencias socioeconómicas bajo una visión de Sistema Tierra. En su primera versión, que incluía información hasta el año 2000, uno de los 12 gráficos era el número de restaurantes McDonald’s en el mundo, como indicador de globalización. Este fue remplazado en su nueva versión, con información hasta el 2010, por un gráfico de uso de energía, un indicador importante que da cuenta de los impactos humanos en la Tierra y es un componente central de la sociedad contemporánea. (Vea aquí los gráficos)