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EDITORIAL

Del dicho al hecho hay mucho trecho

La forma como consumimos puede ser un arma de doble filo. Puede salvar o destruir el planeta.

María López, María López
31 de julio de 2015

Quiere hacerle una prueba ácida a un ambientalista colombiano? Ábrale su nevera, su closet y su alacena. Descubrirá que lo que ahí se encuentra es un reflejo de la coherencia de sus creencias y su discurso. Porque finalmente son nuestras decisiones de compra, uso y disposición las que determinan el tamaño de la huella que dejamos en el planeta. Y parece que cada vez hay una mayor distancia entre lo que decimos y lo que hacemos. Las redes sociales hoy en día se inundan con artículos que compartimos una y otra vez sobre desastres naturales, animales en vía de extinción y manifestaciones sociales. Pero ¿qué tanto salimos de ese activismo de escritorio para generar cambios reales en nuestra sociedad? ¿Qué tan abismal es esa brecha?

En esta edición nos dimos a la tarea de responder ese interrogante en una alianza compuesta por la triada institucional que soporta gran parte de la esperanza de la sostenibilidad: empresa, academia y medios de comunicación. Así, de la mano del Grupo Éxito, con el músculo técnico de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes y el trabajo de campo de Invamer, abordamos este ambicioso proyecto para mejorar la forma en que compramos, usamos, vendemos y disponemos de nuestros bienes materiales.

Este estudio se fundamenta en diagnosticar qué es lo que sabemos, sentimos y hacemos los colombianos sobre el consumo sostenible. El puente entre el ‘dicho’ y el ‘hecho’ se construye sobre esos tres pilares: Pensar, es decir lo que está en nuestro imaginario; sentir, lo que mueve nuestras emociones y finalmente; creer, cuando las creencias se insertan en nuestro ADN y nos llevan a la acción.

Un par de datos merecen atención: En la actualidad los colombianos están más conectados con el medioambiente que nunca. Nueve de cada diez colombianos categorizan los asuntos ambientales como aquellos de mayor urgencia. No nos debe sorprender que el acceso a agua potable sea su mayor preocupación. Sin embargo, tan solo uno de cada diez está dispuesto a cambiar su estilo de vida y hacer algo al respecto. 

Lo cierto es que la suma de las decisiones que los individuos tomamos construyen la realidad económica, social y ambiental que heredarán nuestros hijos.

Para la muestra un botón. Dos cambios radicales en los hábitos alimenticios han tenido un enorme impacto en la última década: el aumento en el consumo de carne de res y en el de los productos derivados de la soya. La primera se debe al crecimiento de la clase media en países como India y China, en donde comer carne se considera uno de los principales indicadores del progreso. La segunda, al sustancial incremento en el consumo de proteína de fuente vegetal. Ambas tendencias condujeron a una de las etapas de mayor deforestación en la historia de la selva amazónica. Así nos damos cuenta, que independientemente de nuestro juicio de valor, el consumo mueve al mundo. 

Sin embargo, la forma como consumimos puede ser un arma de doble filo. Puede salvar o destruir el planeta. La magnitud del cambio que necesitamos requiere modificar nuestros hábitos y adquirir consciencia de que el desarrollo sostenible no es responsabilidad de unos pocos, sino de todos. Usted, estimado lector, hace parte del cambio.

Cuéntenos cómo y con qué acciones está cambiando el mundo en @SosSemana y en nuestro perfil de Facebook (facebook.com/SostenibilidadSemana)con #cambioelmundo. Ahí estaremos publicando las nuestras.