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Un sánduche vegetariano, por favor

Alcanzar hábitos sostenibles a través de las prácticas parte de un entendimiento complejo de la realidad, en el que se tienen en cuenta tres cosas: lo material, los conocimientos y competencias, y los significados.

28 de agosto de 2017

En los últimos años parece haber un entusiasmo desmedido por programas y políticas que buscan cambiar el comportamiento de los individuos, como el camino correcto para lograr la sostenibilidad. Luego de 10 años de implementación en países como el Reino Unido y los Países Bajos, los gobiernos se han dado cuenta que esta no es la aproximación correcta, porque incluso cuando logran convencer a los consumidores de usar menos el carro particular o comer más orgánico, no es seguro montar en bicicleta o la comida orgánica es muy cara. Una nueva aproximación, que se enfoca en las prácticas busca solucionar esto, y parece ser adecuada para un país en transición hacia el crecimiento verde como Colombia.

Hace unos meses, salimos a almorzar con mis compañeros de oficina en al centro. Quería un sánduche vegetariano que sabía vendían en una de esas cadenas extranjeras. Llegamos y le pregunté a la persona que atendía si tenían un sánduche de falafel y me miró con cara de que no tenía idea de qué le estaba hablando. Entonces le pregunté qué sánduche vegetariano tenía y, de nuevo entre asombrada, me respondió que me podía hacer uno con la lechuga, tomate y cebolla que tenían en la barra. Me decidí por uno de atún y perdí mi oportunidad de ser una consumidora sostenible.

Traigo esta historia a colación porque ilustra muy bien el problema con el consumo sostenible y el fracaso de enfoques de política basados en el cambio de comportamiento. El consumo sostenible nos dice que los ciudadanos tenemos el poder de cambiar el sistema, si demandáramos productos sostenibles, si hiciéramos pequeñas cosas. Con base en esto se están diseñando programas y políticas para promoverlo a través de instrumentos económicos, campañas de información y publicidad basados en los insumos de la economía y la sicología. Sin embargo, y como lo ilustra mi historia, esto no es suficiente si no hay un “entorno habilitante” para el consumidor, el sánduche vegetariano en mi historia.

En contraste con esta orientación, nuevos programas para promover la sostenibilidad se están creando, basados en lo que la academia denomina prácticas. Las prácticas, como bañarse, trabajar o comer, son acciones resultado de la interacción de tres cosas: materiales (lo que usamos para bañarnos), los conocimientos y competencias (cuál es la mejor manera de bañarse) y los significados (por qué nos bañamos). Si queremos lograr la sostenibilidad, nuestras intervenciones deben enfocarse en hacer los diferentes elementos de una práctica o prácticas que están conectadas y sus elementos sostenibles.

A manera de ejemplo, si queremos reducir el consumo de agua en los hogares, y sabemos que la ducha es uno de los mayores consumidores, la política debe enfocarse en la eficiencia de las duchas (materiales), proponer mejores maneras de bañarse (conocimiento y competencias) y en desafiar las razones por las que nos bañamos tanto (los significados). Pero también puede transformar es práctica influyendo en una, que parecería totalmente ajena al tema de consumo de agua en los hogares: trabajar o estudiar. Y si esa práctica cambia con el teletrabajo o la educación en línea, pues bañarse ya no es algo que hay que hacer todos los días. Así estamos logrando alterar otra, la de bañarse y resultando en un menor uso de agua.

Este nuevo enfoque de política y en general de intervenciones que se concentra en las prácticas, parte de un entendimiento complejo de la realidad. Es un enfoque que le abre la puerta de la política pública a profesionales diferentes a los economistas, que piensan el mundo de manera holística. Esta es una aproximación que parece útil para un país complejo como Colombia, en proceso de transformación.