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Fotos: John Barros | Foto: John Barros

BOGOTÁ

Las Delicias, una quebrada recuperada en Bogotá que el turismo está poniendo en riesgo

Algunos de los 800 turistas que llegan cada fin de semana arrojan basura, se bañan en sus pozos como si fueran piscinas y desorientan a las aves con su ruido.

John Barros
21 de noviembre de 2017

En 2009, la quebrada Las Delicias, ubicada en los Cerros Orientales de Bogotá, era un foco de contaminación ambiental: un lugar en donde a la par del agua brotaban escombros, basura y olores nauseabundos  que lo convirtieron en un santuario para la delincuencia.

Por iniciativa de la comunidad del sector aledaño de Chapinero, la secretaría de Ambiente, la Alcaldía Local y la ONG Conservación Internacional decidieron tomar cartas en el asunto e invertir más de $1.800 millones para recuperar el cuerpo de agua y volver a sembrar vida en este deprimido sector.

Luego de prolongadas jornadas de limpieza, en las que se sacaron 150 metros cúbicos de basura; de la plantación de más de 8.000 árboles nativos, la adecuación de 120 metros de senderos y la construcción de tres kioscos, en 2013 el Distrito presentó la nueva cara de Las Delicias, una de las 192 quebradas que bañan a la capital del país.

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Su primer tramo, que empieza en la calle 62 con carrera 2 y termina en la Avenida Circunvalar, pasó de ser un sector baldío y sucio, con presencia de ganado, uno que otro árbol y cambuches de habitantes de la calle, a un espacio reverdecido.

Se plantaron especies nativas del Bosque Alto Andino como arbolocos, manos de oso, fucsias bolivianas, alisos, sauces llorón, holly espinosos, pinos romerón y cucharos; y en las paredes de los puentes vehiculares niños y jóvenes pintaron grafitis ecológicos alusivos al agua.

En la parte media, que colinda con el barrio Bosque Calderón, se retiraron las conexiones ilegales de vertimientos y toda clase de escombros y residuos de la ronda de la quebrada, como colchones, muebles, ladrillos y hasta fetos y elementos de brujería.

En el último sector, el más virgen y en donde hay cuatro pozos de aguas cristalinas (La Virgen, La Nutria, Ahogado y Redondo) y una cascada escalonada de 42 metros de altura (la más alta de Bogotá), fue eliminado completamente el retamo espinoso, una especie invasora que propaga los incendios y que acaba con toda la vegetación.

Hoy en día, en Las Delicias habitan cerca de 52 especies de árboles y 150 de aves (pavas andinas, colibríes colilargas, azulejos, gavilanes, pechirrojos y copetones), y uno que otro cusumbo, comadreja, ardilla, ratón de río, zarigüeya y musaraña.

Sin embargo, toda esta biodiversidad naciente, según la comunidad, se ve de nuevo amenazada, pero esta vez por los estragos de los turistas.

De santuario natural a balneario turístico

Con el propósito de que los bogotanos conocieran la transformación de uno de los sitios más contaminados de la ciudad, desde 2013 varios habitantes del sector empezaron a realizar recorridos guiados por los tres sectores de Las Delicias.

Estefanía Hernández, una joven de 23 años que vive en el barrio Juan XXIII, es uno de los 10 vigías que en la actualidad hacen recorridos por los 1.267 metros de senderos de la quebrada los fines de semana, un paseo ecológico que dura aproximadamente dos horas.

“Llevo cuatro años haciendo recorridos guiados los viernes, sábados y domingos en horas de la mañana. Solo hago un tour al día, con un cupo máximo de 25 personas, que es la carga que puede soportar la quebrada para que no se vea afectada. A todos les explico el proceso de recuperación y el trabajo comunitario”, cuenta Hernández.

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Según ella, los 10 guías, quienes habitan en los barrios Bosque Calderón, Juan XXIII, Olivos, El Castillo, Salitre y Granada, se encargan de velar que los visitantes no ensucien ni afecten la tranquilidad de la naturaleza.

Sin embargo, en la actualidad la mayoría de turistas ingresa por sus propios medios, es decir, sin alguien que los guíe, lo que ha empezado a afectar la tranquilidad del lugar.

“Un fin de semana ingresan hasta 800 personas. Muchas de ellas no lo hacen con fines ambientales o para respirar aire puro, sino para bañarse en alguno de los cuatro pozos o en la cascada, como si fueran piscinas. Ahora la quebrada es concebida como un balneario, y no como un espacio que fue recuperado. Hasta traen vestidos de baño para los chapuzones y paquetes de comida que terminan en los senderos".Esta joven, estudiante de turismo de la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, asegura que con la llegada desmedida de los visitantes y la falta de Evigilancia constante, han aflorado toda clase de impactos ambientales.

“La Policía solo hace presencia en horas de la mañana. Es decir que en la tarde la quebrada queda sin ningún tipo de control. En el recorrido ya se pueden ver latas de cerveza, botellas, paquetes y colillas de cigarrillo. En octubre abundan elementos de brujería; una vez encontramos un sapo con la boca cocida y un muñeco relleno con tripas”.

Sumado a esto, Hernández afirma que el ruido de los visitantes ahuyenta a las aves y a los animales y entorpece el sonido natural del cuerpo de agua.

“El sitio más afectado es la cascada natural, que es la última parada del recorrido. Allí los visitantes aprovechan para bañarse en los chorros de agua y meterse en los pozos, como si fuera un balneario. Y no lo hacen de una manera prudente, sino en medio de gritos que alteran la paz del ecosistema. Ese ruido confunde y desorienta a las aves, a tal punto que se estrellan con los árboles”.

Para esta joven, la falta de conciencia ambiental de los bogotanos es la principal razón de que Las Delicias sufra ahora de un nuevo alto grado de vulnerabilidad.

“Tomar conciencia ambiental es demasiado difícil. Los bogotanos deberían venir a Las Delicias no como un plan de paseo, sino a reconciliarse con la naturaleza, a sembrar un árbol, a respetar el agua”.

A pesar de que los guías tratan de aconsejar a los turistas para que se comporten de una manera amigable con el ambiente, en muchas ocasiones son palabras que se las lleva el viento.

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“Tratamos de hablarles para que no contaminen. Pero en varias ocasiones se vuelven ofensivos y groseros. Ni siquiera la Policía nos colabora con eso. Hasta nos han dicho que como la quebrada es un sitio público, pueden hacer lo que ellos quieran. Eso nos ha desmotivado bastante. No están en pro de recuperar la montaña”.

Desde que se recuperó la quebrada y llegó el boom de los extraños, Estefanía ha sido testigo de la disminución de su cauce, un factor que se lo atribuye al desorden.

“Aunque sigue siendo hermosa y natural, de Las Delicias ya queda poco de lo que fue cuando la entregaron recuperada. Yo siento que cada vez que sube tanta gente se disminuye el agua. Los que ingresan por simple diversión no conocen todo el trabajo que nos costó devolverle la vida. Solo quieren pasear y convertirla en un balneario, para ellos el agua es diversión”.

Por último, esta joven, que promociona sus recorridos por las redes sociales de los Vigías Ambientales de la Quebrada y Amigos de la Montaña, hace un llamado a las autoridades ambientales y policivas para que hagan una mayor presencia en Las Delicias y eviten así su posible desaparición.