En La Guajira utilizan bicicletas y paneles solares para generar energía. En Palmor, la microcentral eléctrica es capaz de abastecer de energía a 500 personas.

NACIÓN

Los casos de éxito de la energía limpia en Colombia

La reciente crisis energética que vivió el país debe llevar a considerar otras alternativas de energía que, además de asegurar este servicio para los colombianos, permitan reducir la contaminación y empoderar a las comunidades con su uso eficiente.

Juan Daniel Correa Salazar
1 de septiembre de 2016

Qué ha pasado en Colombia con la energía limpia? La respuesta es que como en muchos otros aspectos, estamos rezagados, aunque existen oportunidades y un inmenso trabajo por delante.

Claro está que, en realidad, desde hace más de un siglo, Colombia viene desarrollando soluciones energéticas de avanzada, en especial por cuestiones geográficas, aquellas asociadas a las hidroeléctricas. Además, en tiempos más recientes, se ha interesado en iniciativas eólicas, solares, de generación con biomasa y hasta de producción de energía con bicicletas. Sin duda, hoy la mesa está servida para que la energía, más allá de cualquier política o discurso, se consolide como uno de los motores del país.

Basta con mirar un puñado de ejemplos, entre los muchos que existen, para comprobar por qué este es el momento de la energía limpia en Colombia (para saber más puede acceder al portal www.energialimpia.co).

Aun hoy las centrales hidroeléctricas producen cerca del 70% de la electricidad del país, y hasta hace un tiempo estos grandes sistemas de generación se consideraban “limpios” y, de hecho, tal vez lo eran. No obstante, por tratarse de obras de gran magnitud, han afectado los suelos, la biodiversidad y actividades como la pesca, donde se ha puesto en riesgo, incluso, la seguridad alimentaria de los habitantes. Adicionalmente, están sujetas por completo a las variaciones climáticas.

Basta con volver la mirada unos meses atrás. El fenómeno del niño, sumado a una avería en la central de Guatapé y a una innegable falta de previsión, hicieron que el país entrara en una crisis energética de tal magnitud que se llegó a hablar de un inminente apagón. La lección que quedó fue sencilla: buscar alternativas a través de fuentes no convencionales de generación de energía. Entre estas están aquellas que no emplean combustibles fósiles como la eólica, solar, geotérmica, oceánica, con biomasa e hidroeléctrica a pequeña escala.

Un buen ejemplo de lo anterior está en el corregimiento de Palmor en Ciénaga, Magdalena. Allí, una microcentral hidroeléctrica ubicada en la Sierra Nevada de Santa Marta, utiliza una potencia inicial de 150 kilovatios, la cual parece escasa pero es suficiente para suplir las necesidades energéticas de esta población con poco más de 500 familias. “Para nosotros la micro-central y la energía que produce lo es todo”, asegura Marcel Pérez, líder del pueblo y gerente de ElectroPalmor, quizás la única empresa comunitaria de energía en el país.

La obra funciona desde hace 25 años con un importante valor adicional: el mantenimiento de la infraestructura, la administración y la operación son realizadas por la propia comunidad. En 2016 terminaron de repotenciar la microcentral, con lo que duplicaron su capacidad con tecnología de punta. Eso le posibilitará una vida útil de otros 30 o 40 años en este pueblo que crece de la mano del café ‘especial’ colombiano.

En otra región del país, Supía, Caldas, utilizan el café para sustituir al carbón como combustible limpio para el secado de ladrillos. La cascarilla del grano ha resultado muy buena en ese proceso, y de paso le ayuda a la industria del café –aunque muchos no lo sepan una de las más contaminantes–a disponer de sus residuos. Con ello, las ladrilleras disminuyen sus emisiones de CO2 y, claro está, la factura del carbón. Esto es eficiencia energética que se traduce en ahorro real y cuantificable.

Tecnología al alcance de todos

Varios casos han tenido éxito. Por ejemplo, un proyecto de bombeo de agua en La Guajira utiliza paneles solares y bici-bombas que les permiten a miles de indígenas wayúu disfrutar de un acceso fácil y saludable al preciado líquido, tan escaso en el departamento.

Hace un tiempo esto parecía una locura para los wayúu. “Nosotros decíamos que eso era mentira, creímos que eran bicicletas en las que anda la gente, que caminan”; comenta jocosamente Malvina Bonivento de la comunidad de Shokoloin en Maicao. Hoy es una realidad y hay agua en el desierto.

La energía limpia también ha beneficiado a la pequeña industria. En algunas ladrilleras del país se han cambiado hornos (de colmena a túnel) para disminuir las emisiones de CO2, lo que ha mejorado la productividad y generado empleo en los departamentos de Boyacá, Caldas y Cundinamarca.

Asimismo, textileras en Medellín le apuestan a la eficiencia energética por medio de sistemas de monitoreo y control de calderas, que permiten procesos de producción más limpios. No solo contaminan menos sino que en algunos casos han cumplido estándares ambientales internacionales, que hacen que las prendas de fabricación colombiana, ya apetecidas por su calidad, tengan un mayor valor agregado.

Lo mejor de todo es que estos casos comprueban que ahorrar energía paga. Quienes se involucran en la dinámica de la energía limpia siempre repiten y siempre quieren más. De hecho, ahora buscan otras opciones para seguir produciendo en forma más limpia y eficiente.

Paulo López, ingeniero del Programa de Energía Limpia para Colombia de Usaid, lo tiene claro: “La energía limpia vale la pena porque realmente reducimos nuestras emisiones, nuestros impactos ambientales y podemos pensar en un mejor futuro para nuestros hijos”, comenta.

Si bien hay que meterse la mano al bolsillo, en el mediano plazo hacerlo le genera beneficios a la billetera. La eficiencia energética tiene retornos altos, repercute en una menor contaminación, un aire más puro, recursos naturales conservados y mejor calidad de vida.

Si quiere conocer más sobre el tema, no se pierda a finales de julio el especial multimedia de Semana Sostenible sobre Energía Limpia en Colombia.