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2020, el año en el que debíamos rendirle cuentas al planeta

El planeta nos recuerda que no hay más tiempo para dejar de asumir responsabilidades, para seguir negándonos a hacer cambios estructurales en nuestros sistemas y comportamientos, y para seguir sin entender que sin la biodiversidad y su correcto funcionamiento, no somos nada.

Angélica Raigoso Rubio
21 de marzo de 2020

El 2020 era el año en el que los gobiernos del mundo debían demostrar el cumplimiento de las metas adquiridas en 2010 en Nagoya, Japón en la Conferencia de las Partes -COP10- del Convenio de Diversidad Biológica (CDB) de la ONU y que, por medio del cumplimiento de las Metas Aichi, se comprometían a abordar las causas de la pérdida de biodiversidad, a reducir la degradación de los ecosistemas, a restaurarlos, a controlar los niveles de contaminación, y  promover programas de producción y consumo sostenibles, además de 15 metas más. 

Este era el año para demostrar esfuerzos y compromisos de gobiernos y la población civil para proteger esta casa común. El año donde debíamos demostrar que habíamos entendido que nuestro presente y futuro como humanidad están ligados a la conservación de la biodiversidad, la salud de los ecosistemas, y al equilibrio planetario. Sin embargo, en 2015, los estados miembros del CDB decidieron postergar estos compromisos a 2030, y volver a comprometerse con poner fin a la pobreza y proteger el planeta por medio de unos nuevos 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Tristemente el planeta no puede seguir esperando que cumplamos estas metas,  llegó el 2020, el año clave y nos dijo no más.

El planeta nos recuerda que no hay más tiempo para dejar de asumir responsabilidades, para seguir negándonos a hacer cambios estructurales en nuestros sistemas y comportamientos, y para seguir sin entender que sin la biodiversidad (esa variedad de especies, ecosistemas y genes) y su correcto funcionamiento, nosotros no somos nada. Hoy decenas de estudios, documentos y publicaciones que rondan las redes sociales y nos recuerdan lo dependientes que somos del planeta en el que vivimos, que nuestras acciones tienen consecuencias que nos afectan como sociedad, y que debemos desacelerar nuestra manera de vivir y dejar a un lado ese ego que como especie nos ha hecho sentirnos todopoderosos. 

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El covid-19 llega a una sociedad en guerra, desequilibrada, enferma, desconectada de lo relevante, y sumida en la superficialidad. Esta pandemia nos agarra a todos de fiesta, disfrutando de banalidades, viviendo de manera desmedida a costa de todo y de todos. Los bosques del mundo siguen fragmentándose, y acá, Colombia, está entre esos punteros en deforestación. Ciudades contaminadas con aires irrespirables, ríos llenos de desechos y mares al punto del colapso. Escenario perfecto para que este virus ataque sin misericordia. 

Hoy, ante la incertidumbre, somos muchos los que cuestionamos nuestros comportamientos. Hoy más que nunca el eslogan de "salvemos al planeta" se revalida y cambia a un “salvemos a la humanidad”. El planeta solo tiene la capacidad de autorregularse, y lo hace ante nuestros ojos.  Somos nosotros como especie los que pendemos de un hilo. No suena tan difícil ahora eso que muchos ‘ambientalistas extremos’ repiten: compra local, cierra la llave, recicla, reduce el consumo de plásticos, intenta un lunes sin carne… Suena simple, ¿verdad?

¿Qué viene después de 2020? Este es un año clave para redireccionar nuestras vidas, nuestras prioridades, y acciones como sociedad y gobierno.  

Agradezco a aquellos que ahora se hacen más visibles ante nuestros ojos: científicos, investigadores, miembros del sistema de salud, nuestro futuro ahora parece estar en sus manos. Espero que, para el próximo año, el presupuesto nacional deje de financiar la guerra y se invierta en ciencia, medioambiente, salud, educación, cultura y deporte, es ahí donde están los verdaderos héroes que van a rescatar este planeta.