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Es hora de acudir a la ciencia ciudadana

La mayoría de investigaciones en Bogotá se han concentrado en pequeñas “islas” de biodiversidad, pero son pocas las que han enfocado su atención en otras áreas urbanas claves para la conectividad y la resiliencia ecológica.

8 de febrero de 2018

Cada día se reconocen más las riquezas naturales de Colombia y la importancia de sus servicios ecosistémicos para el futuro de nuestro país. Por otro lado, también se evidencia la preocupante rapidez con la que se están perdiendo, fragmentando y degradando los hábitats y ecosistemas. Una de las principales causas es la acelerada urbanización de muchos de los ‘hotspots’ regionales de biodiversidad de Colombia.

Por ejemplo, en Bogotá existen casos notorios como la urbanización de la Reserva Thomas Van der Hammen, los Cerros Orientales, los humedales y el Río Bogotá. Sin embargo, existen otros elementos que también hacen parte de la Estructura Ecológica Principal, como las quebradas y corredores ecológicos lineales que atraviesan la ciudad, que son poco estudiados y sobre los cuales se discute mucho menos. La mayoría de investigaciones en Bogotá se han concentrado en dichas “islas” de biodiversidad, pero son  pocas las que han enfocado su atención en otras áreas urbanas claves para la conectividad y la resiliencia ecológica.  

Ante este vacío, desde junio del 2014 en la localidad de Chapinero se ha consolidado un amplio conocimiento interdisciplinario sobre la biodiversidad de las quebradas El Chicó y El Virrey y sus parques colindantes entre la Carrera 7ª y la Autopista Norte. Con la colaboración de varios expertos, estudiantes y vecinos se han encontrado más de 320 especies de flora, 92 de aves (incluyendo 39 especies migratorias), 30 de mariposas, 10 de abejas y de libélulas y 4 de murciélagos, entre otros grupos.

Sin embargo, y a pesar de esta asombrosa biodiversidad urbana, también nos encontramos con un problema de dimensiones considerables: un gran número de actores públicos y privados tomando decisiones de administración y manejo con poca información y, por ende, poca consideración sobre la biodiversidad presente.

Los efectos de esas decisiones pueden verse desde la selección de especies de arbolado o de jardinería, hasta el diseño de la infraestructura verde o el control integral de plagas. Prácticas que obedecen más a la costumbre y a la estética que a un criterio ecológico.

Aunque las respuestas frente a estos manejos se cobijan bajo argumentos de debilidad institucional, poco personal, cambios constantes de administración, falta de competencia y una gran desarticulación institucional, siendo Bogotá la capital de uno de los países más biodiversos del mundo, no podemos seguir relegando nuestro patrimonio faunístico y florístico. Tampoco podemos conformarnos con una participación ciudadana que no incorpora verdaderamente las crecientes preocupaciones de la ciudadanía y la academia y que se limita a socializar políticas cuando las decisiones ya se han tomado.

Es hora de que los ejercicios de ciencia ciudadana entren a formar parte de las motivaciones de las normas y políticas ambientales. Los resultados del proyecto piloto en los Corredores Ecológicos de Ronda El Virrey y El Chicó demuestran la gran biodiversidad todavía existente, pero desapercibida e insertada en un área altamente urbanizada. También dejan en evidencia la falta de un compromiso real y de articulación entre el sinnúmero de entidades públicas responsables de conservar y aumentar esta diversidad.

 Ante los efectos del cambio climático, que se evidencian en las grandes afectaciones que viven las ciudades, la pérdida de polinizadores y otro tipo de fauna, los compromisos internacionales frente a las especies migratorias y la obligación constitucional de conservar nuestros recursos naturales renovables, la ciencia ciudadana es una poderosa herramienta para fortalecer la información de base y sensibilizar a las personas frente a sus recursos naturales. Pero, sobre todo, para que la ciudadanía mejor informada pueda influir y exigir mejores prácticas de administración y manejo de sus áreas verdes urbanas.

 

*Juan Caicedo – Ecólogo, Coordinador Científico, Grupo Ecomunitario.

María Stella Sáchica –  Abogada, Mg. Gestión Pública y Desarrollo Sostenible, Grupo Ecomunitario.

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