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ECOTURISMO

Chingaza, un paraíso de venados, pájaros y frailejones a solo dos horas de Bogotá

En este Parque Nacional, que abarca 76.000 hectáreas en 11 municipios de Cundinamarca y Meta, se hacen recorridos ecológicos guiados por los mismos habitantes de la zona. En 2016, cerca de 20.000 turistas visitaron este santuario natural.

John Barros
1 de diciembre de 2017

Desde hace 11 años, por lo menos dos días a la semana, Abelino Pedraza Rodríguez, un hombre de 66 años nativo del municipio de Guasca (Cundinamarca), abandona su tienda de abarrotes para armarse de botas de caucho, bastón y cachucha, y así meterse entre las montañas.

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El cambio de rol de don Abelino, como le dicen sus amigos, se debe a que es uno de los 15 guías comunitarios que hacen recorridos ambientales por Chingaza, un páramo que fue declarado Parque Nacional Natural en 1977 y que hoy hace parte de las 59 áreas protegidas de Colombia.

Las más de 76.000 hectáreas del Parque, distribuidas en 11 municipios (7 de Cundinamarca y 4 del Meta), don Abelino las conoce como si estuvieran marcadas en las palmas de sus manos. Por ello es uno de los guías más solicitados por Parques Naturales para liderar las caminatas ecológicas.

En el tiempo que lleva haciendo ese trabajo, este hombre de cabellera plateada y padre de dos hijos ha realizado más 1.000 recorridos ecoturísticos por los seis senderos habilitados, como las cuchillas y el embalse de Siecha, las lagunas de Chingaza, Buitrago y Seca, y los sectores de Monterredondo y Suasie.

El parque tiene tres rutas de acceso: Piedras Gordas, a 22 kilómetros de La Calera; La Paila, después del casco urbano de Fómeque; y Siecha, en Guasca; sitios en donde personal de Parques Naturales hace el cobro y realiza una charla sobre las bondades de Chingaza.

Según Abelino, no cualquiera puede ingresar. “Primero se debe hacer una reserva ante Parques Naturales, que indique el número de personas por recorrido y el lugar que quiere visitar. El costo del ingreso por cabeza es de $14.000. Sumado a esto, el grupo debe traer su vehículo o bus y contratar a alguno de los guías. Yo, por ejemplo, cobro un promedio de $100.000 al día”.

Avistamiento de venados

El recorrido preferido por los bogotanos es el de Monterredondo, un sitio que alcanza los 3.700 metros de altura y en donde se pueden apreciar los venados de cola blanca y un número incalculable de aves.

“Acá se ingresa por Piedras Gordas, un punto ubicado a 40 minutos de La Calera. El trayecto, que se recorre por una carretera destapada, los visitantes aprecian sitios como las lagunas Seca y Verde y el antiguo frente de explotación de Cementos Samper hoy restaurado con musgo, encenillos, manos de oso y otras especies del bosque Alto Andino”, dice Abelino. Según él, en 2016 ingresaron al Parque más de 20.000  turistas atraídos por estas bellezas naturales.

Por la trocha, los vehículos no pueden andar a más de 40 kilómetros por hora. “Esto se debe a dos razones: primero, porque es normal que de la nada salten venados en medio de la carretera y segundo, para apreciar los colchones de musgo, las cascadas, los bosques de niebla y las cinco especies de frailejones, de las cuales una es endémica de Chingaza”.

En Monterredondo, donde la organización Corpochingaza que administra el turismo en el Parque instaló 15 sitios para acampar, los visitantes se bajan de los buses y de inmediato interactúan con la naturaleza. Mientras Abelino da recomendaciones antes de adentrarse en la montaña, curiosas manadas de venados salen por medio de los matorrales.

“Hemos visto hasta 27 rebaños de venados en un mismo día. Mal contados debe haber 1.000, los cuales son dóciles e inofensivos. Cuando no hay tanto turista llegan manadas a buscar alimento; parece que fueran un rebaño de ovejas”, relata don Abelino.

El embrujo de Chingaza

“Muchachos, estamos a punto de conectarnos con la Pachamama y sus mágicos sonidos. Debemos tener cuidado, porque de la nada van a salir venados y aves entre los árboles. Así llueva y queden untados de barro, los invito a que se gocen esta experiencia”.

Esas son las palabras de bienvenida que les da don Abelino a los turistas que participan en la expedición por el páramo de Chingaza, un ecosistema que le suministra a Bogotá el 85% del agua que consumen sus más de 10 millones de habitantes.

“El ideal es que se conecten con el páramo, la lluvia, el frío, la neblina, los ecosistemas y los animales. Me gusta hacer reflexiones sobre el silencio, la historia, cultura y naturaleza. No seré un profesional graduado ni un técnico, pero le impregno mucha pasión y amor a mi trabajo. Trato de meter al visitante en el embrujo de Chingaza”.

El recorrido de dos horas por la parte alta de Monterredondo tiene como meta llegar a un mirador donde se aprecia el embalse de Siecha.

Pero antes los turistas deben poner a prueba su estado físico, para así atravesar los senderos empinados bañados de barro y charcos, forrados con una espesa vegetación típica de páramo, como orquídeas, bromelias, lamas y quiches.

Abelino da una advertencia antes de explorar los secretos de la montaña. “No me gusta que vengan con cables conectados en las orejas. Acá venimos a disfrutar de la naturaleza. Escuchemos cada gota de agua y el mágico canto de las aves. Si se resbalan no se afanen, eso es que la tierra los está acariciando”.

El experimentado guía, apoyado en su bastón, empieza a caminar por los recovecos del páramo. Cada diez minutos hace paradas para tomar un respiro y conectar al grupo con los sonidos naturales, y mostrarle la diferencia de la vegetación y la historia de la región.

“La naturaleza vive sin el hombre, pero el hombre no vive sin la naturaleza. Lo mismo pasa con Chingaza y Bogotá, el páramo no necesita de la ciudad. Cada árbol repleto de vegetación tiene una función, la cual no debe ser alterada. El que llega acá conecta sus sentidos con la madre tierra y reflexiona. Eso es el silencio del bosque, encontrarse a sí mismo, con la fuerza del carácter”.

A todos sus alumnos, Abelino les hace un ejercicio para que se compenetren con el páramo. “Les digo que pongan sus manos en forma de media luna alrededor de sus orejas. Eso permite que capten el canto de las aves y la caída de las gotas de agua. Luego nos untamos con la tierra húmeda”.

Al llegar al mirador, con la respiración entrecortada por el poco oxígeno que hay a los más de 3.000 metros de altura, los turistas ponen su mirada en el majestuoso embalse de Siecha, el único sitio autorizado para pescar truchas.

“Contemplen de dónde nace el agua que sale por los grifos de nuestras casas. Este lugar también es el hábitat del oso de anteojos, una especie en peligro de extinción. Las cámaras han captado cerca de 20 en solo un mes”.

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Luego de un descenso menos traumático, a través de senderos empedrados decorados por frailejones y uno que otro venado, Abelino y su combo regresan al sitio de camping para cambiarse de ropa e ingerir alimentos.

Antes de ingresar a los vehículos, manadas de venados se asoman entre los arbustos y salen para despedirse de los cansados visitantes. “Ya están acostumbrados a la presencia de los hombres. No les tienen miedo, ya que acá no se caza ni se atenta contra su vida”.

En la ruta de regreso hacia La Calera, Abelino hace su última parada para mostrar un venado momificado, el cual yace bajo un puente. “Se dice que murió hace 15 años. Como los otros animales no se lo comieron, sus huesos quedaron intactos, mientras que su piel se momificó con un color verde, similar al del musgo”.

Minutos antes de bajarse del bus y coger rumbo hacia su casa en Guasca, donde lo esperan su esposa y sus dos hijos, este guía se despide de los turistas, quienes lo llenan de abrazos y palabras de agradecimiento.

“La gente sale feliz y contenta, satisfecha de haber conocido una zona hermosa, cuidada y cargada de naturaleza muy cercana a Bogotá. El que viene acá siempre regresa, para recorrer otros escenarios como la laguna de Chingaza y el embalse Siecha. Seguiré con esta labor hasta que la vida me lo permita”.

Cómo participar

Para visitar Chingaza primero se debe enviar una solicitud a Parques Naturales, informando la cantidad de personas y la fecha tentativa a este correo o llamando a este número en Bogotá. .

Cada grupo debe traer su propio vehículo y contactar previamente a los guías de la región, de lo contrario no se permitirá su acceso.

El día del recorrido, los visitantes tienen que presentar el derecho de ingreso en alguno de los tres puntos autorizados, el cual se adquiere una vez se hace efectiva la reserva.

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El valor del ingreso por persona es de $14.500, mientras que el servicio de guía oscila entre los $70.000 y $100.000. Por automóvil se deberán cancelar $13.000, colectivo $33.000 y buseta $69.000.

No se pueden ingresar motocicletas, cuatrimotos, bicicletas ni animales domésticos. Está prohibido arrojar residuos, fumar y consumir bebidas alcohólicas o alucinógenas.

Si se quiere alojar en los albergues o zonas de camping, los grupos deberán comunicarse con Corpochingaza a este número 3508044199.

Otra opción

Desde hace cuatro años, la Fundación Humedales Bogotá hace recorridos por varios escenarios naturales cercanos a la capital del país.

Según Laura Moreno, una de las fundadoras, cada año la Fundación realiza cinco viajes a alguno de los senderos de Chingaza, como Monterredondo o Siecha, y zonas de amortiguación como Mundo Nuevo o la reserva Encenillos.

Cada vez que se programa un recorrido, la Fundación publica en su página web una convocatoria para que los bogotanos participen.

“El costo oscila entre los $60.000 y $70.000 por persona. Este valor incluye la entrada al Parque, el alquiler del bus y el pago del guía. Por promedio, cada grupo está conformado por 20 personas”.

Para Laura, esta opción, que también la prestan otras fundaciones, es mucho más sencilla que hacerla con Parques.

“Nosotros nos encargamos de toda la logística, es decir contratar los vehículos, contactar los guías y pagarle a Parques. Los ciudadanos solo deben inscribirse, consignar el valor y asistir el día del recorrido”.