Isabel Cristina Zuleta, miembro del movimiento Ríos Vivos. Foto: Standaar

OPINIÓN

Colombia carece de consenso social sobre lo inadmisible

El encuentro con Isabel Zuleta y líderes defensores del territorio en el Bajo Cauca antioqueño nos impulsa a seguir adelante con una bella complicidad femenina. Hoy cedo mi espacio de opinión quincenal en Semana Sostenible a una de las líderes amenazadas en la región. Ella nos actualiza sobre el drama que hoy viven miles de familias frente a la riesgosa represa de Hidroituango.

Isabel Cristina Zuleta*
24 de mayo de 2019

Creíamos que todos estarían de acuerdo con que matar un río es inadmisible, que no existe justificación alguna, pero vemos a muchos afirmar la “necesidad” de hacerlo y con ello justificar las actuaciones de Empresas Públicas de Medellín EPM en relación al río Cauca, con la complicidad del gobierno y gran parte del Estado en Colombia.

Creíamos que era imposible que el río Cauca se devolviera y se devolvió, que inundaran a los muertos y los inundaron, que nos pusieran en riesgo, lo hicieron y  lo siguen haciendo. Nos preguntamos, ¿cuál es el limite?, ¿hasta donde llegará esta ignominia? Arrojaron sobre miles de personas la incertidumbre eterna (hasta que no termine será eterna, esperamos que no siempre lo sea). Nos vemos sometidos a soportar el no futuro hasta que ellos lo determinen. Mientras OTROS, no los habitantes del territorio, definen cual es nuestro destino ¿que debemos hacer? ¿someternos a la voluntad de los dioses que ellos invocan?

A pesar de que sufrimos la aterradora manera en la que EPM y la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla),  han despreciado todo lo bello del territorio, han destruido la cultura, la comunidad, la pesca, el barequeo, la tranquilidad, el bosque, los animales… NUNCA nos imaginamos que fueran a llegar hasta el punto de SUSPENDER la vida, de sembrar la zozobra con el martillo del sin futuro. Más de un año sin saber que pasará con un territorio enorme, como si Colombia se hubiese olvidado de nosotros o simplemente no fuéramos de Colombia.

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Pasan y pasan los días, los engaños y las mentiras repetidas que pretenden construir verdades sobre lo que realmente ocurre en estas tierras, no vemos solución. Ni siquiera la están “estudiando”, porque lo único importante es lo “constructivo”, el estudio que realizan actualmente los suizos (que decidirá nuestra vida) es sobre la estabilidad de la obra, la viabilidad o inviabilidad de la misma, como si la gente y la biodiversidad no existiéramos o mereciéramos estudios de importantes firma extranjeras, como si ya nos hubiésemos extinguido, sólo queda la obra sin territorio, sin gente.

Foto: Archivo Particular

No se concibe la gravedad del daño social y ambiental causado (excepto para simular sensibilidad), y por tanto la duda sobre la viabilidad o inviabilidad socio ambiental no existe. Mienten en relación a la naturaleza de las cosas, afirman que sus propios errores son causados por las lluvias o los derrumbes sin que las montañas o las nubes puedan defenderse, su discurso no es más oscuro, confuso y engañoso porque no es posible. Pero, definitivamente para quienes lo replican (Caracol, RCN, Avianca…), deberán saber que en situaciones de riesgo como las que sufrimos con Hidroituango la responsabilidad y obligación de información veraz, clara y oportuna es de todos, porque de ella depende la vida.

Si afirmas que tienes claro que NO le permites al otro, pero esto depende de quien es el otro, de su estatus, de su clase social, de donde viva, de su color de piel, de su condición sexual, entonces ese aparente limite se difumina, deja de existir, unas veces será el quién y otras el cuándo, el cómo, el dónde. La sociedad colombiana se permite todos los bejámenes habidos y por haber, todas las injusticias y horrores sin límite alguno porque no existe un consenso social sobre lo inadmisible, la misma determinación de injusticia o no, de importante o no es establecida en cada momento por OTROS. Se nos ha excluido y marginado de la posibilidad de decidir nuestra propia vida.

Algunas personas nos definimos con mayor facilidad por lo que no somos que por lo que somos. Definir qué no me permito y qué no le permito a los demás es tan o más importante que lo contrario, pues es el límite a partir del cual me conozco y reconozco en el cuidado, la dignidad e incluso la sobrevivencia en las condiciones que considero básicas, mínimas, sobre el medio que me rodea, mi hábitat.  Esto hace que no partamos de las ilusiones y eufemismos de la vida en sueño con aguas limpias y libres, aire respirable, suelos libres de Monsantos, animales y plantas respetados y amados… sino de la realidad concreta sobre que estoy dispuesto a permitirle a OTROS qué hagan conmigo y el medio que me rodea, qué tipo de espacio me permito habitar, bajo qué condiciones y si OTROS imponen esas condiciones, qué hago en consecuencia. Permitir que determinen el espacio que me rodea es permitir que determinen mi vida y ello implica perder la dignidad.

Como comunidades afectadas no podemos entender como es admisible para la sociedad colombiana que el proyecto Hidroituango tenga en la actualidad en riesgo la vida de miles de personas, algunas entidades hablan de 120 mil, otras 26.000, nosotros (como movimiento Ríos Vivos) aseguramos que somos cerca de 300.000 pero a ciencia cierta nadie sabe cuántos somos los afectados en riesgo, desde el 28 de abril de 2018, cuando empezamos a ver como el río se devolvía. Sin previo aviso todo se inundó y represaron más de 70 kilómetros aguas arriba del muro sin haberlo terminado, inundaron puentes, viviendas, sitios de trabajo y gran parte de la población perdió sus medios de vida y de subsistencia. Aún hoy no hay ningún tipo de solución, por el contrario muchos han sido desalojados por la fuerza de los albergues de los municipios de Ituango y de Sabanalarga, en el primer caso otorgado por la misma administración municipal y en el segundo de las oficinas de EPM a donde les envío la alcaldía, fueron a esperar respuestas y prefirieron abandonar la oficina que darles soluciones, después llego el Escuadrón Móvil Antidisturbios, ESMAD, quien les saco por la fuerza.

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EPM decidió sellar los túneles sin terminar la obra, cambiaron los diseños y construyeron sin permiso ambiental, eliminaron las descargas de fondo y de hecho la descarga intermedia, el ritmo del llenado. Sin haber terminado el vertedero hizo pensar que el nivel del agua superaría la cima del muro. Al obligar al agua a pasar por un espacio reducido, sumado a la gran cantidad de árboles talados que fueron arrojados al río generaron el aumento de presión en el túnel que llevo al desplome de parte de la montaña. Este después se desbloqueó por si mismo y generó una avalancha el día 12 de mayo de 2018, que se llevó puentes y viviendas aguas abajo, miles de personas fueron evacuadas mientras el túnel se volvió a desplomar bloqueando totalmente el paso del agua.

Un año después de iniciada la emergencia el túnel sigue obstruido y la vida en suspenso. El agua ingresó a la casa de maquinas y pasó por allí cerca de 10 meses hasta que decidieron en época de verano cerrar sus compuertas secando, casi en su totalidad, el segundo río más importante de Colombia -el Cauca- y matando con ello más de 100 mil peces y la mayor parte de la biodiversidad de la cuenca. Hasta hoy ni la infraestructura comunitaria la han recuperado, menos las viviendas y los medios de subsistencia han sido compensados, el hambre fue el desarrollo que trajo la obra, las “autoridades” declararon la alerta roja y hasta ahora la zona permanece en esta condición. Se desconoce cuando cesará la zozobra y angustia que sufren los habitantes del territorio.

Los nutrientes están quedando atrapados en el embalse y perdieron su conectividad con la cuenca baja, el agua sólo esta saliendo por el vertedero y los pocos peces que quedaron después del cierre de las compuertas de casa de maquinas están famélicos. La población no tiene como pescar en el río aguas abajo, tampoco como ejercer el barequeo (minería ancestral y artesanal que depende de los lodos del río), pues los lodos están también atrapados en el embalse. Muchos pescadores y barequeros están ingresando a los grupos al margen de la ley que pagan sueldos mensuales por informar y por matar a quienes ordenen, así mismo los niños están ingresando a estos grupos por ver el hambre que sufre las familias. Lo mismo ocurre en la zona del embalse en donde EPM prohibió la pesca, desconocemos las razones, en Sabanalarga y Buritica principalmente el embalse esta lleno de buchón de agua, invadiendo por más de 9 kilómetros lo que antes era el río. El buchón es el síntoma de la falta de oxigeno en el embalse y del mal manejo de la cuenca alta a donde son arrojadas las aguas negras de alcantarillas de grandes ciudades, lixiviados de monocultivos y grandes industrias sin prácticamente ningún manejo, situación que conocía EPM y sobre la cual no hizo nada al respecto.

Foto: Archivo Particular

Grandes montañas de árboles talados se descomponen a la intemperie  desde hace años en el municipio de Sabanalarga, Antioquia, el incremento de personas afectadas por leishmaniasis es casi exponencial. Desde el mismo año en el que empezó la tala del bosque seco se incrementaron los casos sin que hasta ahora hayan parado, sin contar el alto subregistro debido al temor de la población por la mala atención médica y la alta disposición a buscar medicinas ancestrales, los datos oficiales son: año 2013 -2-, 2014 -2-, 2015 -3-, 2016 -44-, 2017 -75-, 2018 -88-  el contrato para la tala del bosque inicio en 2015. Ya van cinco personas muertas para una enfermedad que es curable, la misma empresa reconoció que el vector tiene como nicho de reproducción el material vegetal en proceso de descomposición. Que se enferme la población en nombre del desarrollo debería ser inadmisible.

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Colombia es un país que ha carecido de límites claros construidos a partir de consensos sociales que recojan la diversidad de culturas, ¿en dónde está la línea roja de aquello que no se admite como sociedad? Parece que todo fuera admisible dependiendo de quien lo haga, y no hablo de las leyes que en la mayoría de los casos no se aplican, hablo del constructo social de lo que no se está dispuesto a permitir como sociedad, porque es el límite de la dignidad de un pueblo, pero para ello se requiere reconocerse como pueblo y así comprender que es la dignidad colectiva. No es que no hayan líneas las hay, pero son muchas y difíciles de leer, como si fuera poco están en permanente cambio y según intereses son creadas,  borradas o corridas. Siempre creemos que este momento histórico que vivimos es el límite que no podemos caer más bajo y ahí esta, difuminado e inexistente ese consenso casi anhelado para por fin saber que hemos tocado fondo.  

 * Isabel Cristina Zuleta López. Ambientalista popular, enamorada de los Ríos de Colombia, socióloga, nacida en Ituango Antioquia. Líder del Movimiento Ríos Vivos e integrante de la Asociación de Mujeres Defensoras del Agua y la Vida AMARU. @ISAZULETA