En su vida defendió los recursos naturales de Santa Marta y la cultura ancestral de los pueblos indígenas de la Sierra Nevada. | Foto: Capitán Francisco Ospina Navia - Composición

LEGADO

El capitán que luchó por la naturaleza de la bahía más linda de América

Francisco Ospina Navia dedicó su vida a la protección de la naturaleza de Santa Marta y al reconocimiento de la ciudad como un eje turístico del país. A diez años de su partida recordamos parte de su legado.

8 de octubre de 2020

Bajó, pero no del cielo. Uno de los defensores más férreos del mar Caribe, de la naturaleza samaria y de la sabiduría de los pueblos indígenas de la Sierra Nevada descendió de la cordillera de los Andes. Un cachaco intrépido con el corazón incrustado en la costa. ‘El Capi’ como era conocido, con sus veleros recorrió los lugares más recónditos de Colombia. Sus travesías lo llevaron incluso a explorar con el ingeniero Jorge Reynolds la isla de Gorgona, para realizarle un electrocardiograma a una ballena jorobada en la inmensidad del océano Pacífico.

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Francisco Ospina Navia nació en un cuartel de caballería en la localidad de Usme en Bogotá, el 19 de agosto de 1926. Pero su vida poco tuvo que ver con el altiplano. A principios de los años 50 del siglo pasado, tiempo después del fallecimiento de su padre, llegó a Manaure para trabajar como el capitán de puerto de este municipio de La Guajira. Allí comenzó su atracción por las artes marinas.

Francisco Ospina Navia llegó a Santa Marta para trabajar como capitán de puerto de la ciudad. Foto: Franco Ospina

En 1954 el destino lo llevó a Santa Marta para ocupar el mismo cargo. El romance entre Ospina y la bahía más linda de América se dio a primera vista y con el pasar del tiempo en las calles samarias al nuevo vecino lo llamaban ‘El Capi’.

Santa Marta le dio todo a ‘El Capi’ y ‘El Capi’ le dio todo a Santa Marta. En esta ciudad, Francisco Ospina Navia no solo encontró su lugar en el mundo sino el amor de Mercedes De Armas con quien conformó su familia.

“Se instaló al sur del aeropuerto de Santa Marta en la zona de Don Jaca y montó una pequeña industria pesquera de tiburón. En esa época el tiburón no tenía problemas de sobrepesca. El hígado era usado para aceites, la piel la mandaban a Italia y la carne, aunque no era de las más apetecidas, se vendía. Estamos hablando de mediados de los cincuenta”, cuenta Franco Ospina uno de los hijos de ‘El Capi’.

Franco además recordó que su infancia y la de sus cinco hermanos en la finca Andalucía, donde también funcionó la industria, “fue muy tranquila y siempre estuvimos rodeados de la naturaleza. En la casa por lo general comíamos guineo con tiburón cuando éramos pequeños y solo hasta finales de los 80 nos mudamos a Santa Marta y nos acercamos a la ciudad”, recordó.

El reconocimiento de su trabajo como capitán de puerto y empresario de la industria pesquera hicieron que ‘El Capi’ fuera una de las personas más influyentes de Santa Marta, aún así Ospina siguió desarrollando novedosas ideas y emprendimientos. Cuenta su hijo Franco, que una hermana del ‘El Capi’ le regaló unos esquís y él comenzó a ir los fines de semana a las playas de El Rodadero a enseñarle a las parejas de turistas los secretos de este deporte náutico.

El desarrollo cultural y turístico de Santa Marta

Francisco Ospina Navia fue el gestor de dos de las iniciativas más importantes que impulsaron el desarrollo de Santa Marta. El 29 de julio de 1959 se realizaron las primeras Fiestas del Mar, tal vez, el evento cultural más importante de la ciudad en la actualidad. ‘El Capi’ junto con José Pepe Alzamora y Emilio J. Bermúdez vio en la creación de esta festividad un gran potencial para la atracción de turistas a la capital del Magdalena. No se equivocaron.

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Las primeras versiones de las Fiestas del Mar tenían una vocación más deportiva en las que se realizaban competencias náuticas de esquí y salto en rampas. De hecho, una publicación de la Radio Nacional de Colombia destaca que: “un dato curioso es que a pesar de que se habla de un reinado del mar, poco o nada tiene que ver con reinas. Las mujeres que participaban en él no eran escogidas por su belleza, medidas o elegancia. Las “Capitanas” como son llamadas las representantes de los departamentos o países participantes, prueban su tesón en actividades como el esquí acuático, kayak, natación, además de sus conocimientos en ambientes marinos, cultura e historia del Caribe y la ciudad”. En la actualidad, cada año cerca de 60.000 personas llegan a la ciudad para disfrutar de los desfiles, actividades culturales, musicales y gastronómicas que se realizan.

‘El Capi‘ navego por Centroamérica en embarcaciones similares a las realizadas por los tayrona. Foto: Franco Ospina.

A su vez el ingenio del Capitán Ospina quedó plasmado en la creación del Acuario y Museo del Mar El Rodadero. “A comienzos del  64 o 65 con sus conocimientos comenzó la construcción en piedra de las piscinas en las que iban a estar algunas de las especies. Aunque se fijó como fecha de inauguración el año de 1966, estoy seguro que comenzó un año antes en 1965”, recuerda Franco.

Una de las motivaciones por las cuales ‘El Capi’ construyó el acuario fue la necesidad de mostrarle a boyacenses, santandereanos, paisas, llaneros, pastusos y a todos los colombianos la biodiversidad del mar. En una publicación del diario El Tiempo de 1995 aseguró que le emocionaba ver a los niños felices.

En esa misma publicación que lleva por nombre: Un lobo de mar que lucha por la naturaleza, el Capitán Francisco Ospina Navia comentó sobre la construcción del acuario que: “yo necesitaba un lote para poder colocar las lanchitas que tenía para pasear turistas en El Rodadero. Este era un pedreguero, en el mar rompía en olas. Aquí vivía un pescador que me lo vendió por 3.000 pesos. Comenzamos a meterle máquina para adecuar el puerto. De pronto quedó un hueco con agua, de lo que se estaba rellenando. Yo miré y había un pescadito y dije que no lo rellenaran (...) entonces hice las tres piscinas y eché unos tiburones. Comencé cobrando la entrada a 200 pesos y con esa platica se fue adecuando el acuario”.

El capitán Francisco Ospina Navia en la expedición recorrió la costa atlántica y la pacífica. Foto: Franco Ospina.

Además de estos dos proyectos icónicos de la ciudad, ‘El Capi’ por su influencia en Santa Marta, cada vez que tenía la oportunidad de salir en medios enviaba el mensaje de la necesidad de que Santa Marta siguiera creciendo y estuviera a la vanguardia como otras ciudades en el mundo. “Luchó muchísimos años por el crecimiento de Santa Marta, cada vez que hablaba en las cadenas de radio insistía en la necesidad de que Santa Marta tuviera un aeropuerto internacional, que necesitaba que le agrandaran la pista o denunciaba algunos hechos que podrían poner en peligro la naturaleza de la ciudad”, añadió Franco.

Un defensor de la naturaleza y de lo saberes de los pueblos de la Sierra

El amor por el mar transformó a ‘El Capi’ en su principal defensor. Entendió la relación que existe entre los ecosistemas y los servicios que le prestan a la humanidad. Desde la capital del Magdalena fue uno de los primeros en denunciar la pérdida de manglares producto de la construcción de la vía a Barranquilla y cómo esta no tuvo en cuenta la conexión con la Ciénaga de Santa Marta, así como los daños que se realizaron en la Sierra Nevada producto de la migración interna de colombianos en la época de la bonanza marimbera en los años 70.

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Sin lugar a dudas, fue uno de los primeros en explorar y recorrer las tierras de lo que es hoy el Parque Natural Tayrona, allí conoció los cuatro pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta y estrechó lazos con ellos, especialmente con la comunidad kogui. Su hijo Franco lo describe como un antropólogo autodidacta que estudió la cultura tayrona y le dio importancia a sus saberes ancestrales.

Así registó la prensa la expedición por el Darién de ‘El Capi‘. Foto: Franco Ospina.

“Estudio la filosofía, el sistema de pensamiento y el arte de los tayrona. Se dio cuenta de la relación comercial que existía con los pueblos indígenas de centroamérica, con los quiché y los maya, por ejemplo con la llegada al país del jade. También estudió las relaciones de los tayrona con los pueblos del Pacífico. En general valoró mucho los saberes de estos pueblos e intentó darles su reconocimiento y valor en la sociedad samaria y colombiana”, comentó Franco Ospina.

El carácter aventurero de ‘El Capi’ lo llevó a recorrer en sus veleros algunos de los lugares más escondidos de Colombia. Aprovechó sus expediciones y experiencias de viaje para llevar el mensaje o realizar proyectos simbólicos sobre la protección de la naturaleza y el ambiente.

El primero de ellos fue a las islas Gorgona en 1984. ‘El Capi’ junto con su hijo Franco y el ingeniero Jorge Reynolds, en medio de la inmensidad del océano Pacífico se dieron la tarea de practicar a mar abierto un electrocardiograma a una ballena jorobada. Años atrás Francisco Ospina Navia ya había hecho una expedición en la que por los ríos Atrato y San Juan llegó al Pacífico.

‘El Capi‘ Ospina con la ballesta con la que se inentaría realizar el primer electrocardiograma a mar abierto a una ballena jorobada. Foto: Franco Ospina.

Franco, su hijo, lo acompañó en otra de sus travesías. En 1991 se embarcaron en la expedición de El Dorado que tenía como fin navegar los ríos Magdalena, Meta y Orinoco. Atravesó las selvas colombianas y venezolanas para salir al mar.

Para 1992, ‘El Capi’ acompañó el último tramo de la expedición que reeditó el tercer viaje de Cristóbal Colón a América a propósito de los 500 años del encuentro de los dos mundos. El diario El Tiempo en 1992 en una nota titulada: El domingo llega el caminante del viento, registró este hecho. “Luego de dos meses de azarosa navegación desde Puerto de la Frontera (España), llega aquí el 8 de noviembre el velero Caminante del Viento, la pequeña embarcación de Franco Ospina y Nemesio Novaglia que está a punto de reeditar el tercer viaje de Colón a América. Venciendo innumerables obstáculos como mareas, tormentas, enfermedades e incomunicación, El Navegante del Viento estaba desde el lunes entre las islas Tortuga y Rockeres, retomando la ruta de Rodrigo de Bastidas, el fundador de Santa Marta (...) se anunció que el capitán Francisco Ospina Navia saldrá hoy al Cabo de la Vela (La Guajira) para unirse a los jóvenes navegantes y hacer juntos el trayecto hasta Santa marta y posteriormente llegar a cartagena, la etapa final del viaje”.

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El Capi’, Franciso Ospina Navia falleció el 3 de octubre de 2010. Su legado de protección a la naturaleza quedó presente en la memoria de los colombianos y, particularmente, en la de su hijo Franco, quien en su velero Tortuga I, ha realizado varias expediciones y ahora busca recoger parte los microplásticos presentes en la Bahía de Santa Marta de forma simbólica para seguir llevando ese mensaje de cambio.

“Si hay una palabra que pueda definir a mi padre es perseverancia. Creer en algo y luchar por ello, creer en los sueños y perseguirlos sin importar si nos equivocamos en el camino o no los alcanzamos. El persevero por Santa Marta, para darle su importancia en el país, por defender la naturaleza y por conocerla. Esa palabra identifica a mi padre”, concluyó Franco Ospina.