El macho de águila arpía fue víctima de tráfico ilegal. Fotos: Bioparque La Reserva y Mauricio Sànchez. | Foto: Bioparque La Reserva

SAN VALENTÍN

Esta es la historia detrás del romance de una pareja de águilas arpía

En el reino animal hay muchas muestras de amor, como la de este par de aves con las que se pretende conservar la especie, que según el Instituto Humboldt, es una de las más afectadas por la deforestación. Rescatamos esta historia, publicada en julio de 2018, para celebrar San Valentín.

14 de febrero de 2020

Ella, un águila arpía de 15 años y 1,1 metros de altura, nació en las selvas amazónicas del departamento del Caquetá y tiene una mirada tan penetrante que asustaría al más valiente. Él, un poco más manso y pequeño, ya superó las cuatro décadas de vida y al parecer fue procreado en los bosques tropicales del Pacífico.

A pesar de su amplia diferencia de edad y de la lejanía de sus sitios de nacimiento, estas dos aves, de plumaje negro, blanco y gris y con las segundas garras más grandes entre los predadores terrestres, parecían estar destinadas a unirse desde pequeñas, ya que ambas fueron víctimas de la deforestación y del tráfico ilegal de fauna silvestre y siempre han vivido en cautiverio.

La hembra, siendo apenas un polluelo sin plumas en las espesas selvas caqueteñas, cayó del árbol donde sus padres tenían su nido de amor cuando fue talado. Fue encontrada tirada en el suelo por unos campesinos en 2003, quienes luego se la entregaron a la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) cuando aceptaron un canje por un cerdo y 80 mil pesos.

Inmediatamente fue reubicada en la base de Tres Esquinas de la FAC en Caquetá, lugar en donde rápidamente se adaptó a la presencia del humano. Un año después, la arpía cambió de hogar al Centro de Aves Rapaces del municipio de Villeta (Cundinamarca), sitio que la acogió hasta 2009 cuando fue reubicada en el Bioparque La Reserva de Cota, donde hoy vive.

El macho, que a pesar de los años aún conserva intactas la elegancia y el vigor de las rapaces, solo ha conocido un hogar. Fue sacado por los traficantes de las selvas del Pacífico hace 40 años, cuando lo capturaron siendo un pichón recién nacido; para esto probablemente mataron a sus padres o derribaron el árbol que contenía su nido.

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Pasó a engrosar el mercado negro del tráfico de fauna. Le fue vendido, junto con otro polluelo bebé, a una familia que tenía una finca en la zona rural de Cali (Valle del Cauca). Allí les construyeron un aviario amplio donde los cuidaron y alimentaron, pero su compañero murió al poco tiempo. Al sobreviviente le dieron el cariño y el cuidado necesarios para que viviera más de cuatro décadas en un ambiente poco parecido a las selvas húmedas tropicales.

En junio de 2018, el destino se confabuló para juntar la vida de estas golpeadas águilas arpías. Se unieron en el Bioparque La Reserva en Cota, lugar que desde 2008 realiza educación ambiental de una manera distinta y novedosa con las especies que ya no pueden recuperar su libertad.

En este espacio, en donde los visitantes pueden interactuar con los animales y conocer su comportamiento, se pretende concretar una historia de amor sin precedentes en el país, un romance en cautiverio que les permitiría preservar la especie.

En el caso de que la unión dé sus frutos, es decir procreen algún pichón, este sería el primero de águila arpía en nacer en cautiverio en todo el territorio nacional, una hazaña que solo se ha logrado a buen término en Estados Unidos, Panamá y Brasil.

Iván Lozano, Director del Bioparque, fue la “celestina” para este romance de arpías. “Desde 2009, cuando la hembra ingresó a La Reserva, me propuse conseguir algún macho para realizar la reproducción. Después de varios intentos fallidos, a mediados de 2017 la FAC encontró al águila en la zona rural de Cali y empezamos un proceso con la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC) para traerla. Ahora el reto es que ambos animales se entiendan, se conozcan y que el macho logre estimular a la hembra para que genere los óvulos y finalmente los fecunde”.

Su nido de amor es un aviario artificial de 160 metros de área y siete metros de alto que simula la selva húmeda tropical colombiana, su hábitat natural; un lugar con diferentes árboles y arbustos de diversas especies, un tapete de hojarasca parecido al de los bosques, pequeños humedales como las zonas inundables selváticas y temperaturas que oscilan entre los 16 y 32 grados centígrados.

Pero no fue amor a primera vista, asegura Lozano. “La hembra era la dueña y señora del aviario de inmersión, destacado por la Organización Internacional de Diseño de Zoológicos por ser construido con materiales reciclados. Ella ha estado nueve años acá, por lo cual, al sentir la presencia de otra ave, se puso arisca, agresiva y dominante. No podían compartir el mismo espacio sin antes conocerse, por lo cual construimos un nuevo espacio dentro del aviario para ubicarla a ella”.

Por ahora, una pequeña jaula con varias perchas y vegetación nativa de la selva húmeda es el hogar de la arpía hembra. Por su parte, el macho quedó con la gran tajada del aviario, en donde se instaló un nido de cuatro metros de altura desde donde se asoma para divisar su nuevo territorio y emitir sonidos y cantos extraños con una mirada fría y calculadora.

“En estas especies la hembra es de mayor tamaño y mucho más dominante. Ella es la que manda y la que cuida el nido. El macho solo es un proveedor que tiene que cortejarla y satisfacer sus necesidades. Por eso la ubicamos a ella en el encierro pequeño, para que su nueva pareja conozca y se familiarice con el territorio, las perchas, el agua, la reja”, apunta Lozano, zootecnista de la Universidad de La Salle.

El experimento ya dio sus primeros frutos. Las dos cámaras de seguridad que los graban las 24 horas del día y los expertos que las analizan a diario, evidenciaron que el romance está floreciendo.

“Él ya sabe donde debe comer, perchar y dormir. Ella ya bajó su agresividad y no está a la defensiva. Cuando se unen entre la malla que los separa, medio se acicalan. Las posiciones de las crestas, alas, cabezas y el lenguaje corporal de ambos ya son diferentes, manifiestan un interés. Ya disminuyó la tensión, por lo cual esperamos unirlos sin barreras muy pronto para que el instinto animal haga lo suyo”, enfatiza el experto.

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El cortejo

La reproducción de las aves no es tan sencilla como en los otros representantes del reino animal. “Es una suma de variables, como tiempo, condiciones, filiación, temperatura y edad. Son muchas las dificultades que tenemos que superar para que estas dos águilas arpías pasen a engrosar la historia del país como las primeras en reproducirse en cautiverio”, afirma Lozano.

El primer paso ya está casi consolidado. La pérdida del comportamiento agreste de la hembra indica que ya está lista para convivir con su consorte. Cuando las mallas del encierro pequeño sean derribadas, empezará el gran reto, que podría definirse como un coqueteo que terminará en apareamiento.  

La presencia del macho, es decir su humor y olor, debe estimular las hormonas de la hembra para que se desarrollen los óvulos. “Sin el macho, los ovarios no liberan nada. El estímulo del ave masculina produce una maduración en el óvulo de la hembra, el cual baja al oviducto donde se genera su parte anatómica para convertirse en huevo, es decir la cáscara, clara y yema. En ese sitio se logra la fecundación”, complementa Lozano.

Para que esto suceda no debe haber estrés que pare o disminuya la bomba hormonal de la hembra, la cual hace que los óvulos se agranden y se vuelvan huevos. Luego inicia el cortejo del macho, que si es efectivo, le permitirá montar y copular a su compañera, y así transmitirle los espermatozoides vía cloacal para que se fecunde el óvulo. La reproducción se da por el contacto de las cloacas, ya que las aves no tienen órganos reproductores externos.

“Todo esto se tiene que dar en el momento preciso, es decir cuando la hembra ya haya generado sus óvulos. No puede ser antes o después, de lo contrario no se da la fecundación. Son muchas las dificultades, por lo cual estamos tratando de canalizar todas las situaciones que puedan interponerse para que todo fluya”.

Según Lozano, un parte positivo para lograr la primera cría de arpía en cautiverio lo tiene la hembra, que aunque nunca ha podido ser fecundada, es decir que sigue virgen, sí logró poner tres huevos cuando fue estimulada por otro macho que estuvo en el Bioparque.

“En 2011, logramos que el Centro de Aves Rapaces de Villeta nos prestara a un macho que tenían en su colección, un ave bastante vieja, con fracturas, que no podía pararse bien y casi no vocalizaba. Luego del acercamiento entre ambos, solo la presencia del nuevo espécimen estimuló a la hembra, que en esa época tenía ocho años e iniciaba su madurez sexual, dice Lozano.

Con ese compañero, la hembra puso tres huevos, pero ninguno fue fecundado porque el macho no tenía la capacidad ni la vigorosidad para montarla. “Ella no fue cortejada. El macho no contaba con el equilibrio y el balance para hacerlo, por lo cual los huevos salieron infértiles. El primero lo empolló por 35 días, pero lo abandonó. El segundo lo botó del nido y el tercero lo rompió después de empollarlo”.

El ave otoñal murió en 2012 por un cáncer que se le había regado por cinco de sus órganos. Aunque los resultados no fueron los esperados, la experiencia le indicó a Lozano que la juvenil polluela era apta para el apareamiento en cautiverio y que tenía instintos maternales a pesar de su corta edad.

“Por primera vez en el país una hembra de arpía puso huevos en cautiverio. La experiencia nos arrojó datos y comportamientos que nos sirven como punto de partida para la fecundación con su nueva pareja”.

Buscar el macho, todo un reto

Desde que la hembra ingresó al Bioparque, en 2009, Lozano se propuso buscarle pareja para que se pudiera reproducir, un proyecto que tiene como fin la conservación de una de las especies más afectadas por la deforestación.

En esa época había cinco águilas arpías en cautiverio en el país. El Bioparque de Cota y el aviario de Cartagena tenían dos hembras y el zoológico de Barranquilla, el centro de rapaces en Villeta y el zoológico de Matecaña en Pereira tres machos.

Con la muerte del águila de Villeta cuando intentaba reproducirse con la del Bioparque, solo quedaron cuatro. “El stock book de águila arpía en Colombia, un documento creado por varias instituciones, indicaba que debían reproducirse las dos aves del Caribe y las dos de la zona Andina, razón por la cual iniciamos gestiones con Pereira para traer al macho. Solo recibimos evasivas y negativas”, enfatiza el zootecnista.

Los del Caribe si hicieron caso, y la pareja de arpías convivió en el aviario de Cartagena pero sin lograr ningún resultado encaminado hacia su reproducción por problemas relacionados con el calor, la radiación solar y la falta de humedad.

Cuando cerró Matecaña volvimos a intentar que nos prestaran al macho. Pero prefirieron enviarlo a un bioparque en Pereira, el cual luego se lo donó al aviario de Cartagena donde ya había una pareja consolidada”.

En el aviario de la capital de Bolívar ocurrió una tragedia casi que cantada. La hembra no soportó la presencia del nuevo macho y lo mató. “Barranquilla volvió a pedir a su ave macho para evitar otro incidente. La cifra de arpías en cautiverio se redujo a solo tres”.

En 2016, Lozano le insistió al zoológico de Barranquilla, que tenía al único macho, para concretar una alianza. La respuesta fue negativa. “En esos momentos aparece la FAC, entidad que decidió cambiar el águila calva de su imagen institucional para incorporar a la arpía. Juntos revivimos el proyecto de conservación de la especie por medio de su reproducción en cautiverio. Empezamos a gestionar con otros países como Alemania, Estados Unidos, Ecuador y Brasil”.

Tras un año de búsqueda y gestiones, la FAC encontró a un animal en un predio privado de la zona rural de Cali, la actual pareja de la arpía de Cota. “A pesar de su edad, cuenta con un estado de salud envidiable. Se nota que donde vivió por más de 40 años en cautiverio le dieron un buen cuidado, le metieron cariño en forma”.

De inmediato, el Bioparque y la FAC iniciaron el proceso administrativo con la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca para poder movilizar al macho hasta Cundinamarca. “Luego de varias reuniones, y de que la CVC se percatara del espacio adecuado donde viviría, el 16 de junio, en uno de los aviones de la FAC, la arpía fue transportada para convivir con su nueva pareja”.

Ambas aves son cuidadas y estudiadas por un equipo profesional conformado por veterinarios, zootecnistas y cuidadores. Además de las dos cámaras que graban todos sus movimientos, expertos las monitorean por 12 horas cada día para evaluar su comportamiento, postura, dieta y clima.

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Deforestación, su gran enemigo

Lozano define al águila arpía como el rey supremo de las selvas húmedas tropicales. Es el depredador más poderoso de este ecosistema, que en Colombia se ubica principalmente en el Pacífico, la Amazonia y el departamento de Córdoba; también hay registros de esta especie en potreros de Antioquia, lo cual demuestra que se puede adaptar.

Vive en las copas altas de los árboles, desde donde caza principalmente animales arbóreos como perezosos, monos aulladores, lapas, perros de monte, iguanas y aves grandes como pavas, paujiles y guacamayas“Es un animal que llega a pesar nueve kilos. Vuela entre los árboles con una maniobrabilidad única entre la selva. No es de largos vuelos planeados, pero su larga cola y poderosas plumas le permiten cambiar de dirección fácilmente”.

Casi siempre se le ve quieta. Por su fuerza y la agilidad de sus sentidos caza fácil sin mayor esfuerzo. Con sus imponentes garras, consideradas las más grandes entre las rapaces y las segundas de los predadores terrestres (solo la supera el oso grizzli), matan de un solo agarrón a sus presas.

Como los frondosos árboles selváticos le sirven de hogar, la deforestación se ha convertido en su principal enemigo. Tanto así que el Instituto Alexander von Humboldt la incluyó en el listado de animales más afectados por este flagelo, en especial las que habitan en las estribaciones del Parque Nacional Natural Paramillo, ubicado en el sur de Córdoba.

El Libro rojo de las aves, elaborado por el Humboldt y la Universidad Javeriana en 2016, revela que la especie que vive en solitario o en parejas desde el sur de México hasta el norte de Bolivia.

Según la publicación, en su zona de distribución hay un máximo de 50 mil individuos de arpía. Sus principales amenazas son la pérdida de hábitat, la cacería y los mitos regionales; se han registrado casos de arpías que son cazadas por supuesto robo de animales de corral en el Chocó.

“La extracción selectiva de maderas constituye una amenaza para la reproducción de la arpía, pues se seleccionan árboles de gran porte que son vitales para la construcción de sus nidos. En Colombia se estima una población inferior a 10 mil individuos maduros, cifra que continuará disminuyendo dado que los procesos que afectan a la especie no dan muestra de detenerse en el futuro previsible, cita el documento.

El libro la cataloga como una especie casi amenazada, es decir próxima a ingresar a las categorías de peligro crítico, en peligro o vulnerable.

Con el proyecto de reproducción de águila arpía en cautiverio damos un importante paso para la conservación de esta especie. Este trabajo arrojará información científica sobre la parte reproductiva y crianza de estas rapaces, insumos con los que el país no cuenta. A mediano plazo el ideal es poder liberar a las aves que allí nazcan, pero no solo como un acto humanitario, sino aplicando un componente educativo en las localidades donde sean liberados para evitar que los vuelvan a capturar”, puntualiza Lozano.