El caimán llanero es uno de los cocodrilos más grandes del mundo y que alcanza a vivir 66 años. Foto: Brenda Guerrero | Foto: Brenda Guerrero

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Así renace el caimán llanero

La cacería indiscriminada del siglo pasado borró del mapa a más del 90% de la población de esta especie en los llanos de Colombia y Venezuela. No quedan más de 2.000 en el país. Sin embargo, la fundación Palmarito logró criar en cautiverio a más de 400 animales en el Bioparque Wisirare, en Casanare, de los cuales 147 ya fueron liberados en la Orinoquia.

Jhon Barros
11 de octubre de 2019

Hacia 1920 más de tres millones de caimanes llaneros habitaban en los 260.000 kilómetros cuadrados que conforman la Orinoquia colombo venezolana, una extensa llanura de sabanas inundables que en esa época era gobernada por estos intimidantes reptiles de ojos verdes y hocicos con dientes puntiagudos y afilados.

Las playas de arena de los ríos, humedales y lagunas eran los principales hábitats de esta especie de cocodrilo. Mientras los machos, que superan los 4,3 metros de longitud, permanecían sumergidos en el agua a la espera de alguna presa desprevenida, las hembras, de un tamaño menos imponente, asoleaban sus escamosos cuerpos cerca a las orillas, vigilando meticulosamente los huevos que habían camuflado bajo las arenas amarillas.

En la década de 1930, el reinado del crocodylus intermedius empezó a peligrar. Los nativos de la zona vieron que las pieles de estos reptiles eran muy apetecidas en el mercado internacional, razón por la cual se convirtieron en sus presas más deseadas. Como la caza era una actividad permitida durante esos años, la población local emprendió una escabrosa masacre que empezó a diezmar aceleradamente su población.

Armados con palos, varillas, hachas, mazos, alambres y cabuyas, los habitantes de los Llanos de Colombia y Venezuela apaciguaron el miedo que despiertan estos animales de hasta 330 kilos y decidieron recorrer la zona para cazarlos sin importarles que es una especie endémica de la Orinoquia, es decir, que no se encuentra en ninguna otra parte del planeta. Sin ninguna consideración, se adentraron en sus refugios por medio de canoas y chalupas, atrayéndolos con cebos para luego cercenarlos y aplastar sus cráneos. 

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Durante más de 30 años, sus majestuosas y exóticas pieles les fueron vendidas a traficantes de países como Estados Unidos, Japón y algunos de Europa, quienes elaboraron productos de marroquinería como bolsos, zapatos, cinturones y billeteras. Fue tal el intenso periodo de cacería comercial, que hoy en día su población no supera los más de 2.000 ejemplares, es decir que su exterminio fue del 99 por ciento.

Colombia fue el principal verdugo del caimán llanero. En las zonas inundables de los departamentos de Arauca, Casanare, Vichada y Meta, ya no sobreviven más de 300 caimanes llaneros libres en su hábitat natural, mientras que en el territorio venezolano hay indicios de la presencia de aproximadamente 1.300 individuos. A la fecha, hay más osos pandas en China que caimanes llaneros en territorio colombiano.

El caimán llanero, catalogado como uno de los cocodrilos más grandes del mundo y que alcanza a vivir 66 años, quedó prácticamente erradicado de la Orinoquia colombiana y venezolana. A raíz de esto, en 1997 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) lo declaró en peligro crítico de extinción, y lo etiquetó como una de las 12 especies de vertebrados más amenazadas en todo el planeta.


La captura de las crías, la disminución de agua en los ríos, el transporte fluvial y las prácticas de pesca son algunos de los factores que amenazan esta especie. Foto: Brenda Guerrero

¿Cómo salvar al caimán llanero?

Aunque la caza de este animal ha disminuido significativamente, debido a la prohibición de la actividad y al programa nacional para la conservación del caimán llanero creado por el Ministerio de Ambiente y otras entidades ambientales desde 1998, la especie no ha logrado recuperarse de forma natural. Sigue amenazada por uno que otro cazador local, el saqueo de los huevos de sus nidos en época de verano y la fuerte competencia con otro reptil: la babilla.

También es víctima de otros factores como la captura de las crías, la disminución de los niveles del agua de los ríos, el transporte fluvial y las prácticas de pesca que merman sus alimentos. Incluso la misma naturaleza parece jugar en su contra: animales como el oso palmero y el lagarto mato son los principales depredadores de sus huevos, además de aves acuáticas y anacondas.

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A raíz de esto, la Fundación Palmarito Casanare, una organización sin ánimo de lucro que desde 2008 está dedicada a la defensa, conservación, investigación, promoción y uso sostenible de la naturaleza colombiana, decidió tomar cartas en el asunto. Los directivos vieron una buena opción en el Bioparque Wisirare, una llanura de 1.300 hectáreas ubicada en el municipio de Orocué (Casanare), territorio bañado por las carmelitas aguas del río Meta.

“En los años 70, el predio de Wisirare era un baldío de la nación. Para esa época, el presidente Alfonso López Michelsen fue a Venezuela y conoció en Mantecal un proyecto en 100.000 hectáreas donde con tapas y compuertas regulaban la lámina de agua para mejorar la eficiencia del ganado. Decidió poner en marcha la idea en Orocué, en 1.000 hectáreas del municipio. Fueron construidas dos grandes lagunas que, al quedar abandonadas por las siguientes administraciones, se convirtieron en epicentros de biodiversidad y hogares de muchas aves de la región”, aseguró Rafael Antelo, director científico de Palmarito.

En 2001, el predio abandonado pasó a manos de la gobernación del Casanare, entidad que vio un potencial ecosistémico para poner en marcha un parque natural dedicado a la observación de aves y un programa de cría en cautividad del caimán llanero. “Trajeron a nueve caimanes adultos que estaban en la estación biológica Roberto Franco de la Universidad Nacional en Villavicencio, un criadero pionero en Colombia de esta especie. La iniciativa fue creada por el profesor Federico Medem, quien fue el primer investigador que dio la voz de alarma en los años 40 y 50 por la cacería del caimán”, anota el biólogo español que lleva ocho años trabajando en la Orinoquia colombiana.

Al conocer esta historia, la Fundación Palmarito le propuso en 2011 a la gobernación de Casanare fortalecer el proyecto de cría de caimanes llaneros. La nueva iniciativa tenía un doble propósito: impulsar la cría en cautividad de la especie y luego introducirla en su hábitat natural. “Fue un proceso muy complicado, ya que ese año hubo cinco gobernadores al mando y necesitaban de otros recursos para mantener el bioparque. Finalmente, en diciembre de 2011, la gobernación le entregó el predio en comodato a la fundación, figura que va hasta 2020”, apuntó el experto.


Con el fin de impulsar la cría en cautividad de la especie y luego introducirla en su hábitat natural la fundación Palmarito hace presencia desde el 2011 en bioparque Wisirare. Foto: Brenda Guerrero

Así remodelaron el bioparque Wisirare

Según Antelo, quien fue contratado por Palmarito en 2011 para sacar a flote el proyecto de cría e introducción del caimán llanero, el bioparque estaba en pésimas condiciones. Las dos pocetas donde habitaban los nueve caimanes, siete hembras y dos machos, lucían secas y áridas, y la familia que cuidaba el predio no tenía ni siquiera agua para el diario vivir.

El primer ladrillo para la reconstrucción de Wisirare, donde han sido identificadas 161 especies de aves, 15 anfibios, 16 reptiles, 14 mamíferos y 35 plantas acuáticas, fue la excavación de un pozo profundo para suministrar agua a los caimanes adultos. Luego fueron adecuadas dos zonas para ubicar a los animales, con varias playas de arena para que las hembras pusieran sus huevos, y vegetación endémica de las sabanas de la Orinoquia. 

La piel del caimán fue vendida por más de 30 años a traficantes de EE.UU y Japón, quienes elaboraron productos de marroquinería como bolsos, zapatos, cinturones y billeteras. Foto: Jhon Barros.

Cada macho alfa fue reubicado en una de estas zonas, acompañados por tres y cuatro hembras respectivamente. Los líderes de la camada no podían estar juntos, ya que competirían hasta la muerte por copular con alguna hembra. La fundación también destinó un área con arena para la incubación artificial de los huevos y construyó varios encierros con pequeñas pocetas y piscinas para criar a los caimanes juveniles cuando salieran del cascarón.

“Además, elaboramos una zona de incubadora para el desarrollo de los embriones de caimanes y tortugas terecay y charapa, especies igual de emblemáticas y amenazadas en la región que ponen entre 90 y 100 huevos. Contamos con un criadero para estos animales, los cuales liberamos en el río Meta cuando pesan 100 gramos”, indicó Antelo.

Más de tres mil millones de pesos han sido invertidos en la remodelación del bioparque por parte del grupo GHL y otros socios financieros como la gobernación de Casanare, Corporinoquia, Wildlife Conservation Society (WCS), Ecopetrol, Conconcreto y el Fondo Patrimonio Natural. El programa también cuenta con el apoyo de Parques Nacionales Naturales y la Fuerza Aérea Colombiana.

En cautiverio, los caimanes alcanzan su edad reproductiva entre los 7 y 10 años. Cuando miden 250 centímetros y pesan 77 kilogramos ya están listos para procrear. Foto: Jhon Barros

Procrear caimanes

Con los arreglos en la infraestructura del bioparque, Palmarito dio marcha al piloto de cría en cautividad del caimán llanero, el cual inicia en las dos zonas donde habitan las siete hembras y dos machos, con tamaños que superan los tres metros de longitud y un peso de más de 150 kilos.

“Estos reptiles solo se reproducen una vez al año, entre octubre y diciembre, meses en los que las hembras entran en celo. Los dos machos las cortejan por medio de ronquidos en las noches. Las cúpulas se intensifican en noviembre y los huevos son puestos hacia enero. Lo hacen en las playas de arena, donde abren huecos de hasta 40 centímetros de profundidad”, indica el biólogo.

Una misma hembra puede aparearse hasta con cinco machos en su temporada de celo y poner en promedio 42 huevos. En cautiverio, los caimanes alcanzan su edad reproductiva entre los 7 y 10 años, rango que en vida silvestre asciende a los 12 y 14 años. Cuando miden 250 centímetros y pesan 77 kilogramos, ya están listos para procrear

En Wisirare, los caimanes entierran los huevos en las playas de arena construidas alrededor de los dos estanques, casi siempre en horas de la noche. Según Antelo, en enero, los trabajadores del bioparque ingresan cuidadosamente a las zonas de reproducción para retirar los huevos. “Hay que tener mucho cuidado, ya que las hembras son muy agresivas durante esa época. Menos mal los llaneros que trabajan acá son expertos en manipularlas: las enlazan desde la distancia y las amarran”.

Cuando las hembras están controladas, los cuidadores sacan los huevos sin voltearlos, ya que de hacerlo corren el riesgo de que el vitelo ahogue al embrión y no se fecunde. Primero pasan un tiempo en el área de incubación, que cuenta con una temperatura adecuada para su crecimiento. Luego son reubicados en una playa artificial de arena, donde son enterrados a 40 centímetros en la misma posición que fueron encontrados en el nido. Allí permanecen al sol cerca de 90 días hasta que eclosionan.

“Los caimanes salen del cascarón con un promedio de 28 centímetros de longitud. Durante su primer año de vida habitan en unas piscinas pequeñas, donde son alimentados con porciones de carne de caballo, vaca y pescado del río Meta. Luego pasan a unos estanques más grandes”, anota el director científico del bioparque.

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A la fecha, más de 400 caimanes han sido criados Wisirare. “El promedio de supervivencia de los huevos en el bioparque es del 50 y 60 por ciento, un rango que en su hábitat natural no supera el 20 por ciento, ya que están a la merced de depredadores como babillas, peces, otros caimanes, aves acuáticas y anacondas”, aclara el biólogo.

Estas crías también provienen de un proyecto piloto de rescate de huevos y neonatos silvestres en los ríos de Arauca, donde sobrevive la mayor población de esta especie en libertad en Colombia. En 2015 fueron rescatados los primeros 150 huevos, que luego se trasladaron a Wisirare, donde nacieron 84 caimanes. 

“Eso fue gracias a Faustino Mojica, un llanero que lleva más de 20 años cuidando a estos animales en el río Cravo Norte. El objetivo es continuar con el rescate de caimanes año tras año, ya que las posibilidades de supervivencia de los huevos o los caimanes recién nacidos en libertad, son mínimas”, dijo Antelo. 

Más de 400 caimanes han sido criados en el parque Wisirare hasta la fecha. Foto: Brenda Guerrero.

Rumbo a su hábitat natural

Cuando los caimanes cumplen los dos años de vida y superan los 80 centímetros de largo y un peso entre los 1,5 y 4 kilogramos, ya están listos para vivir a sus anchas en las zonas inundables de la Orinoquia colombiana. Pero antes de conocer por primera vez su hábitat natural, los expertos de Wisirare les hacen diversos exámenes para evaluar su estado de salud.

“Los medimos y pesamos cada seis meses”, apunta Antelo . “También les realizamos pruebas de sangre y ADN para establecer posibles enfermedades que pongan en riesgo a los demás caimanes en el momento de la liberación. A la fecha hemos reintroducido más de 147 animales en zonas como el Parque Nacional El Tuparro en Vichada, y en las reservas Palmarito y La Aurora en Casanare. También lo hemos hecho por el río Cravo Norte en Arauca”.

A la mayoría de caimanes liberados les instalaron unos radio emisores en sus lomos, los cuales permiten identificar su desplazamiento por la zona. “Hemos identificado desplazamientos de hasta 200 kilómetros. No hemos encontrado a ningún caimán muerto, aunque es una investigación que nunca termina”, indica el biólogo.

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La primera liberación de caimanes llaneros fue en 2015 en El Tuparro, 21 en total, jornada que contó con el apoyo de WCS, Ecopetrol, Fuerza Aérea, Corporinoquia y Parques Nacionales. “Fue la primera reintroducción de esta especie en todo el país, un hito que nos costó mucho alcanzar. Había incertidumbre y hasta miedo porque algunos pensaban que iban a poner en riesgo a las comunidades. Eso es falso: los caimanes tienen fama de ser agresivos, pero en verdad tienden a huir de las personas”.

Ese mismo año, 12 caimanes fueron llevados a la reserva natural La Aurora en Paz de Ariporo (Casanare). En 2016, El Tuparro recibió a 20 individuos equipados con radio emisores y en 2017 se llevó a cabo la primera reintroducción en Arauca: 29 ejemplares que procedían de los huevos rescatados en Cravo Norte. Ese mismo año, 20 reptiles llegaron a la reserva La Aurora. 

Actualmente, el bioparque cuenta con 364 caimanes de diversos tamaños y edades en las instalaciones del bioparque. “Cerca de 70 están muy próximos a liberarse. Estamos esperando a que lleguen a la madurez y tamaños indicados”, informó el experto.

Antelo manifestó que la presencia de esta especie endémica del llano colombo venezolano en estos sitios de la Orinoquia es fundamental para la conservación de los recursos naturales. “La especie evita que los ríos y caños se sequen, ya que con sus desplazamientos no permiten que los sedimentos se depositen en el fondo de los cursos del agua. Los caimanes también aumentan la población de peces, debido a que controlan las pirañas. Llevan 200 millones de años en la tierra, mientras que el ser humano apenas ronda los 200.000 mil años”.

A los caimanes se les realizan pruebas de sangre y ADN para evitar enfermedades que pongan en riesgo al resto de la especie. Además, los miden y pesan cada seis meses. Foto: Brenda Guerrero.

Nueva liberación

Treinta y un caimanes de Wisirare ya están listos para continuar con su ciclo de vida en la Orinoquia. El próximo 21 de noviembre, volarán en los aviones de la Fuerza Aérea desde Orocué hasta el Parque Nacional El Tuparro.

En días pasados, SEMANA SOSTENIBLE visitó el bioparque en compañía de la Fuerza Aérea para conocer al grupo de liberados y el proceso médico veterinario previo a su reintroducción. Siete personas, entre biólogos, veterinarios y personal del sitio, fueron los encargados de tomarles muestras de sangre, pruebas de ADN y establecer el sexo de los reptiles.

Luego de capturar a los 31 caimanes en los estanques, los expertos les pusieron unas ligas en sus hocicos para sujetar las mandíbulas y los introdujeron individualmente en costales. En la zona de chequeo médico, una mesa llena con jeringas, algodones, portaobjetos, hisopos, bisturís, un metro y una báscula, los esperaba para su primer chequeo.

“Todos los animales superan los dos años de edad y miden entre los 80 y 100 centímetros. El primer paso del examen, que duró aproximadamente 20 minutos por caimán, fue contar el número de escamas en su parte superior, cada una con una forma y corte específico que arrojan un número de identificación único, como si fuera una cédula. Luego, les cortamos una pequeña parte de alguna de las escamas para hacer una prueba de ADN y saber su origen, procedencia y tipificarlos genéticamente”, aseguró Álvaro Camacho, profesional en fauna de Corporinoquia.

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Los ojos verdes de los caimanes, que tienen tres párpados para protegerse bajo del agua, estaban inquietos. Sus extremidades no paraban de moverse, al igual que sus largas colas. El chuzón de un jeringa alborotó el nerviosismo. “Con los exámenes de sangre hacemos química sanguínea y un cuadro hemático para valorar su estado metabólico”, apuntó el experto.

A los pocos minutos, los caimanes fueron volteados patas arriba para medirlos con un metro. Luego, el director científico de Palmarito ingresó delicadamente su dedo índice en la cloaca de los animales; esto con el fin de establecer el sexo y de que saliera un líquido para una nueva prueba. Con el tacto, Antelo palpaba la presencia de clítoris o pene. De los 31 caimanes, 80 por ciento eran hembras.

“Con ese líquido hacemos un hisopado para valorar si hay presencia de bacterias y un coprológico para diagnosticar parásitos gastrointestinales. Todas las muestras fueron enviadas a un laboratorio en Bogotá. Si algún animal no cumple con los parámetros médicos veterinarios, es sometido a un tratamiento previo a la liberación. Si la sintomatología no mejora, no puede liberarse. El paso a seguir es tratarlo hasta que mejore”, anotó Camacho.

Luz Dary Acevedo, veterinaria de WCS Colombia, indicó que estos exámenes hacen parte del protocolo nacional para liberar esta especie en áreas protegidas. “Busca garantizar que reintroduzcamos animales sanos y capaces de establecer una nueva población. No podemos liberar animales anémicos, bajos de peso, con un tamaño menor al indicado o con problemas en riñón o hígado, ya que no serían fuertes para defenderse en la naturaleza. Estos chequeos también arrojan recomendaciones de manejo para que la especie mejore cada vez más en el bioparque”. 

En los exámenes, los caimanes son volteados patas arriba para medirlos con un metro. Allí, el director de Palmarito ingresa su dedo índice en la cloaca de los animales para determinar su sexo. Foto: Brenda Guerrero.

La familia caimán

Darío Rincón, un llanero nacido en Orocué, empezó a trabajar en Wisirare hace 15 años. En esa época, año 2004, fue contratado para cuidar y alimentar a los nueve caimanes adultos del bioparque, además de hacer el respectivo mantenimiento a sus encierros naturales.

Le dieron una pequeña casa de un piso dentro de la reserva para que viviera con su esposa, cuatro hijos, dos perros y un gato. Aunque admite que no tenía la menor idea de cómo trabajar con caimanes, el reto no lo asustó. “A los llaneros no nos da miedo esas cosas. Además, siempre he tenido talento para manipular diversos tipos de animales”.

En 2012, cuando la fundación Palmarito arrancó el programa de cría de caimanes, Darío absorbió como esponja todos los conocimientos que el biólogo español le inyectó sobre la especie, la cual se caracteriza por tener un hocico alargado y angosto y el cuarto diente mandibular inferior más grande que los demás.

Este hombre de estatura mediana, piel trigueña y algo ajada por el sol, y que jamás se retira su sombrero llanero, fue tan buen alumno que hoy en día maneja a la perfección todas las áreas del bioparque, un aula ambiental de puertas abiertas que puede ser visitada por cualquier persona.

“Me encargo de criar los caimanes, darles de comer, incubar los huevos y atender a los turistas. Cuando hay que medir y pesar a los juveniles, yo soy el encargado de capturarlos. También sacó los huevos que ponen las hembras adultas y les arrojó desde afuera del encierro los pedazos de caballo, vaca o pescado cada 20 días”.

Algo que lo llena de orgullo es la liberación de los caimanes. Darío ha estado en todas las jornadas realizadas desde 2015 en Arauca y Vichada, que para él significan los frutos de una cosecha superior a los dos años. 

Darío Rincón, ha estado en todas las jornadas realizadas desde 2015 en Arauca y Vichada, para él significan los frutos de una cosecha superior a los dos años. Foto: Brenda Guerrero.

“Cuando los dejamos cerca a los ríos y lagunas empiezo a recordar cuando los saqué por primera vez del nido, el cuidado en la zona de incubación y las jornadas de alimentación. Ver el resultado me produce una felicidad enorme que no me cabe en el pecho. Les tengo confianza tanto a los caminas pequeños como a los grandes. No me dan miedo, pero los manejo con mucha precaución”.

Este “hombre caimán” ya tiene su reveló generacional: Yerson Rincón, su hijo mayor de 15 años. Cuando nació, su papá ya trabajaba con los caimanes de Wisirare, razón por la cual sus recuerdos más infantiles siempre están enmarcados con esta especie de reptil.

“Mi papá me enseñó todo sobre estos animales, su cuidado, la precaución que debemos tener y la forma de alimentación. Desde que tengo memoria están presentes en mis recuerdos. Son los vecinos de mi casa. Se un poco de todo: alimentación, manipulación, reproducción y crecimiento. Uno no entiende cómo hay personas que los mata para aprovechar su piel”.

Yerson, quien actualmente cursa noveno de bachillerato, tiene una nueva pasión: los exámenes que les hacen a los caimanes antes de liberarlos. Con los 31 individuos que están próximos a vivir libres en El Tuparro, este joven tuvo la tarea de anotar el peso, tamaño y sexo, jornada que aprovechó para aprender de las recomendaciones que hacían los biólogos y veterinarios.

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“Esas pruebas de sangre y ADN para conocer si tienen alguna enfermedad, me llaman mucho la atención. Son como magia. Por eso tomé la decisión de estudiar biología cuando sea grande. Si Dios me lo permite, quiero ser un biólogo experto en caimanes como el señor Rafael”.

Rafael también tuvo un amor a primera vista desde que conoció al caimán llanero. Aunque estudió biología e hizo un doctorado en su natal Madrid (España), allí ignoraba sobre su existencia. Todo cambió hace 15 años, cuando pisó por primera vez las tierras de Sudamérica.

 Luego de capturar a los 31 caimanes en los estanques, los expertos les colocaron ligas en sus hocicos para sujetar sus mandíbulas y los introdujeron individualmente en costales. Foto: Jhon Barros. 

“Primero estuve dos años en Bolivia, donde conocí muy por encima la historia de la especie. Sin embargo, me quedó rondando en la cabeza. Luego me salió un trabajo en Apure, uno de los estados de Venezuela que limita con Arauca, donde lo ví por primera vez en cautiverio. Quedé maravillado e investigué sobre su acelerado proceso de extinción. En el país vecino estuve cinco años, tiempo en el cual esa pasión científica por la especie se convirtió en mi estilo de vida”.

Su conocimiento sobre el caimán traspasó fronteras. La asociación Chelonia lo llamó para que trabajara en un proyecto sobre estos animales en Casanare. Al poco tiempo, en 2011, los directivos de Palmarito, fundación que cuenta con una reserva natural de la sociedad civil en Orocué, a 30 kilómetros de Wisirare, lo contrataron para liderar el programa del caimán.

“Ya llevo ocho años en Casanare y la verdad creo que seguiré aquí por siempre. Y no solo por mi pasión sobre los caimanes: en el llano eché raíces. Me casé con una boliviana y armé mi hogar en Yopal. Ya tengo dos hijos con triple nacionalidad: hispano, colombo, bolivianos. Para mí, el caimán llanero es una de las partes más importantes de mi vida, tanto así que lo considero un familiar más”.


La Fuerza Aérea ha prestado varios helicópteros para transportar a los reptiles, además de otras aeronaves para el personal del programa. Fotos: Brenda Guerrero.

Apoyo aéreo

Desde 2016, la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) decidió que cada una de sus unidades estaría representada por alguna especie de la fauna colombiana. Para la región de la Orinoquia, escogió al caimán llanero, una de las especies con mayor peligro de extinción en el mundo.

A su vez, la entidad adquirió el compromiso de apoyar las diferentes liberaciones encabezadas por el Bioparque Wisirare y Corporinoquia. En las cinco jornadas realizadas desde 2015, la Fuerza Aérea ha prestado varios helicópteros para transportar a los reptiles, además de otras aeronaves para el personal del programa, que incluye al Ministerio de Ambiente, Parques Nacionales, Instituto Humboldt, Universidad Nacional, Corporinoquia, Cormacarena y gobernación de Casanare.

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“Debido al peligro que corre esta especie en la Orinoquia, decidimos incorporarnos al programa de conservación aportando el transporte aéreo necesario para liberar a los ejemplares que se reproducen en cautiverio en Wisirare”, dijo el coronel Luis Antonio Gelvez, segundo comandante del grupo de Casanare de la Fuerza Aérea.

Para la liberación de noviembre, la entidad transportará por aire a los caimanes desde Orocué hasta el Parque Nacional El Tuparro. “Como allá no hay pista, es necesario realizar varias escalas de vuelo. Por eso, aportaremos un avión y un helicóptero para llevar a cabo esta actividad. En lo que resta del año queremos realizar dos liberaciones: una en Vichada y otra en Casanare. El caimán llanero es una especie endémica de la llanura del Orinoco, por lo cual estamos comprometidos con su conservación”, anotó el comandante.