Desde muy pequeño, William García comprendió que su misión en el mundo es cuidar la naturaleza. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz. | Foto: Nicolas Acevedo

GRUPO RÍO BOGOTÁ

“Siempre protegeré la naturaleza del río Bogotá”

William García ha liderado varios proyectos ambientales para proteger las reservas naturales de Tena, uno de los 15 municipios de la cuenca baja del río Bogotá. Con niños de colegio, ya suman más de 4.000 árboles nativos sembrados.

Jhon Barros
8 de mayo de 2020

En la época prehispánica, los muiscas bautizaron al territorio como zuca, palabra chibcha que significa la hermosa. Era un lugar de veraneo para los zipas del cacicazgo de Funza, quienes hacían sus pagamentos y rituales sagrados en sitios como la laguna de Tenasucá, hoy llamada Pedro Palo. 

En el fondo de este cuerpo hídrico, bañado por la niebla y el verde espeso del bosque, los indígenas depositaban las figuritas en oro de ranas, pisingos y peces como una ofrenda de agradecimiento a sus dioses, como Bachué, Chiminigagua, Chie y Sua.

Aunque la conquista española puso fin al dominio muisca, la vasta biodiversidad del territorio enamoró a los europeos. En 1772, José Celestino Mutis, impulsor de la expedición botánica, reconoció allí a seis lenguas de Bogotá, al igual que varias especies de quina, las primeras encontradas en el virreinato de la Nueva Granada. 

La laguna de Pedro Palo es el mayor tesoro biodiverso de Tena y de la cuenca baja del río Bogotá. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Hoy en día, Tena, uno de los 15 municipios cundinamarqueses que hacen parte de la cuenca baja del río Bogotá, cuenta con una de las reservas hídricas más grandes de la región del Tequendama. La mayoría de los bosques espesos de niebla ha logrado sobrevivir al paso del tiempo porque hacen parte de la idiosincrasia de sus habitantes.

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Sus pobladores lo llaman el manantial del Tequendama, un eslogan que hace parte del escudo municipal y rinde un homenaje a la cascada El Tambo, la mítica laguna de Pedro Palo y los popochos bosques de niebla. El café, cultivo que más abunda en las 5.500 hectáreas que conforman al terruño de clima templado, bordea el símbolo patrio.

“Las diáfanas aguas de El Tambo le dan vida al río Bogotá. Nuestra laguna de Pedro Palo es la inspiración de los juglares y en nuestro clima cafetero fue donde Mutis empezó su expedición”, son algunas de las frases que conforman las cuatro estrofas del himno de Tena, cuya bandera le hace un homenaje a la carga biodiversa en su franja verde.

Los bosques y cuerpos de agua de Tena han logrado sobrevivir al paso de los años. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

“Vivo en un paraíso”, afirma William García, de 30 años, quien desde niño comprendió que su misión en el mundo es velar y cuidar los recursos naturales de su pueblo. “Cuando era pequeño, mis abuelos y padres me llevaban a varios sitios repletos de verde y agua. Ahí comprendí que de grande quería convertirme en un tipo de defensor de la naturaleza”.

En esa época, la mamá de William era profesora de la escuela rural de la vereda Santa Bárbara, ubicada cerca a la casa familiar. “Mi madre me llevaba junto a mis tres hermanos a las salidas pedagógicas que hacía por las veredas, donde conocí varias quebradas en donde nos bañábamos y jugábamos. Ahí me enamoré del paisaje”.

Uno de los primeros lugares que hicieron latir con fuerza su corazón fue la laguna de Pedro Palo, una zona que lo dejó pasmado durante varios segundos. “Yo pensaba que era un laguito. Pero al ver la majestuosa laguna verde, rodeada por bosques y mucha niebla, quedé fascinado. En esa época se podía ingresar a la zona, hoy está cerrada al público porque la gente empezó a causar estragos”, recuerda William.

William García quiere dedicar toda su vida a defender los recursos naturales de Tena. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Amor a primera vista

Al esculcar en su memoria, William recuerda que cuando tenía 10 años conoció una de las mayores joyas biodiversas e históricas de Tena. Con algunos amigos y primos de la vereda, decidieron inspeccionar una zona boscosa por donde baja la quebrada La Honda.

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Lo primero que vieron fue una trocha empedrada de seis kilómetros ubicada en la vereda Cátiva, a la que todos llaman Camino Real de Mutis. “Los mayores me contaron que ese camino primero fue abierto por los muiscas y luego empedrado para las peregrinaciones de los obispos, el paso de los virreyes y ejércitos españoles y los recorridos del sabio Mutis en su Expedición Botánica”, recuerda el joven.

El camino real de Tena fue abierto primero por los muiscas. Luego lo llevaron de piedras para el paso de los españoles. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Pero la historia no fue lo que más lo deleitó. El bosque de niebla que rodea el camino, decorado por aves, mariposas, reptiles y anfibios, y el sonido tenue de una quebrada camuflada en lo más espeso de la vegetación, se aferró con fuerza en su memoria. 

Quería salir corriendo para buscar ese cuerpo de agua cristalino camuflado entre los árboles de de cedro, encenillo, aliso, yarumo, laurel, cucharo, nogal, balso, cajeto y arrayán, casi todos cubiertos por musgos y helechos”.

Luego de casi una hora de expedición por el espeso bosque, William y sus amigos se toparon con la cascada El Tambo, por donde caen las aguas de la quebrada La Honda desde una altura superior a los 40 metros. 

Las aguas de la quebrada La Honda caen por una cascada de 40 metros de altura, llamada El Tambo. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

“Además de la cascada limpia y cristalina, quedé deleitado con el canto de las aves y el choque del agua con las piedras. Luego de bañarnos en un pozo profundo que se forma, ratifiqué aún más la decisión de dedicarme a proteger el medioambiente”.

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Cada 15 días, este tenense repetía el recorrido por la zona boscosa, que hace parte de dos reservas naturales de 65 hectáreas: El Tambo y Rosa Blanca. “La cascada El Tambo me enamoró. Esa agua abastece a La Mesa y algunas veredas de Tena y Anapoima, y al unirse con la quebrada Coyancha, juntas desembocan sus aguas cristalinas en el río Bogotá”.

Tena es conocido como el manantial hídrico del Tequendama. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz. 

Educación verde 

El tema ambiental lo empezó a conocer más a fondo en el bachillerato, cuando William ingresó a la Institución Educativa San Antonio de Tequendama, colegio que forma a los niños y jóvenes como técnicos agropecuarios.

En el colegio aprendí a hacer una huerta con materiales orgánicos, es decir libre de químicos, y me enseñaron a reciclar. Cuando me gradué le dije a mis papás que quería seguir por esa línea agrícola y ambiental, quienes me apoyaron para ingresar al Sena de Mosquera donde estudié un técnico en administración de empresas agropecuarias”.

William se ha formado académicamente para proteger la naturaleza de su municipio. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

En los dos años que duró su estudio en el Sena, William tuvo que manejar una de las unidades productivas. Escogió la de recursos naturales, ya que quería ampliar su conocimiento ambiental. “Me tocaba cuidar los árboles y hacer reciclaje con la basura que se generaba en el centro de tecnología, al cual iba todos los días madrugado desde Tena, pueblo que espero nunca abandonar”.

Las pasantías las hizo en Corpoica, hoy Agrosavia. Allí se encargó de hacer una producción limpia o sostenible en uno de los cultivos de tomate, es decir sin químicos, todo orgánico. “Aprendí mucho, como el manejo de los invernaderos”.

Los bosques de Tena están repletos de diversas especies de flora y fauna. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Guardián del verde

Con el cartón que lo acreditaba como administrador de empresas agropecuarias, William empezó a tocar puertas para poder concretar su sueño infantil: hacer algo por el medioambiente. Al comienzo no fue fácil, por lo cual se vio obligado a trabajar en fincas y hasta de obrero en construcciones.

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Su suerte cambió hace cuatro años, cuando la Alcaldía de Tena le ofreció un puesto como técnico ambiental, trabajo que le permitió explorar mucho más los terruños que lo enamoraron e identificar los impactos causados por la mano del hombre.

Durante cuatro años, William veló por los ecosistemas de dos reservas naturales en Tena. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

“Casi no puedo aceptar el trabajo de mis sueños. Yo también soy un apasionado por el fútbol, y en uno de los partidos me lesioné duro la rodilla. Estaba recién operado y andaba en muletas, pero aún así me contrataron”.

Las reservas naturales de Tena serían su oficina. William tenía la función de recorrer estos lugares repletos de biodiversidad, además de asesorar a los campesinos para que hicieran una producción más sostenible. 

También le encargaron la función de reportar si se presentaban talas de árboles y manejar el comité de educación ambiental del municipio, conformado por rectores de colegios, Cuerpo de Bomberos y Policía.

William se ha encarago de sembrar la semilla de protección del río Bogotá.

Eso me permitió liderar jornadas de reforestación y siembra cerca a alguna de las quebradas de Tena, como La Honda y La Sunia, siempre en compañía de niños y jóvenes de colegio. Llegamos a plantar más de 4.000 árboles nativos, además de limpiar las basuras de la zona y conformar huertas en las escuelas”.

La Policía de Tena y la Gran Vía y los Carabineros de La Mesa le prestaron apoyo para estas jornadas verdes, tanto para el transporte de los árboles como la seguridad de los niños y jóvenes. 

Todos los niños salen felices de estas actividades y se apropian de su árbol. Cuando me los encuentro por el pueblo, muchos me preguntan por el individuo arbóreo. Este trabajo de educación ambiental debe empezar con los más pequeños, ya que así, cuando sean grandes, no van a perjudicar al medioambiente”.

William ha liderado la siembra de más de 4.000 árboles nativos en Tena. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

No hay conciencia

La reserva de El Tambo, con 16 hectáreas, es una de las más visitadas por la gente del pueblo y los turistas, quienes asisten para ver la caída majestuosa de la quebrada La Honda por la cascada.

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Sin embargo, William ha sido testigo de constantes impactos contra el ecosistema, como arrojo de basuras, quemas y hasta actividades con el licor como protagonista. “Todo el mundo tiene derecho a conocer los sitios lindos del municipio, pero hay que conservarlos. La problemática está con los turistas, quienes llegan un día, hacen fogatas, dejan basuras y se van”.

Hace una década, según le contaron algunas personas de las zonas veredales, un muchacho murió ahogado por nadar borracho en la laguna. “Nadie sabe cuánto puede tener de hondo ese cuerpo de agua, que se conforma después de la cascada de El Tambo”.

El Tambo es uno de los sitios más visitados por turistas en Tena. Foto: Jhon Barros.

Por Tena, el río Bogotá fluye en un estado lamentable, debido a los golpes ocasionados por los habitantes de las cuencas media y alta. Para William, este panorama es un reflejo de la falta de educación de los ciudadanos. 

Estamos en la obligación de trazarnos la meta de conservar al río. Por eso es necesario sembrar esa semilla en los más pequeños, quienes pueden sensibilizar a los mayores para que no sigamos arrojando basuras y contaminantes. Con las jornadas de reforestación cerca de las quebradas de Tena, estamos ayudando a conservar la cuenca del río Bogotá, un ecosistema que siempre protegeré”. 

Las aves son las dueñas aboslutas de las reservas naturales del Tena. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Además de sembrar árboles nativos, este joven con alma verde considera que es urgente fortalecer temas como el reciclaje y aprovechamiento de residuos orgánicos en las fincas, lo que le daría un respiro al río.

Uno de los recuerdos que más atesora William es una siembra cerca al río Bogotá en Tena. Un grupo de niños y jóvenes llevaron pancartas y afiches que decían: queremos recuperar al río Bogotá.

Además de sembrar, William lidera jornadas de limpieza por los cuerpos de agua de Tena.

Más bella que nunca

El año pasado, William fue certificado por la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) como promotor ambiental de Tena, un trabajo que consiste en asesorar a las personas en temas como reciclaje, cambio climático y educación ambiental.

“Una de las actividades más bonitas es Martica la gotica de agua, un cuento que se les lee a los niños de jardín y que narra la historia del nacimiento del agua hasta donde termina. Como ya tengo ese certificado, podré continuar haciendo este tipo de acciones en el pueblo”.

La quebrada La Sunia luce mucho más pura durante la cuarentena. Foto: William García.

William hoy está desempleado, ya que la cuarentena obligatoria por el coronavirus tiene frenada la contratación con las entidades públicas. Sin embargo, sigue cuidando la magia de la naturaleza del manantial del Tequendama.

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En la finca donde siempre ha vivido, en la vereda Santa Bárbara, se encarga de que los cultivos sean lo más orgánicos posible. También recicla todo el material sólido, para así evitar que llegue a los cuerpos de agua que nutren al río Bogotá.

“Terminé el contrato con la Alcaldía el año pasado. Me dijeron que si quería continuar, pero no acepté porque ya cumplí un ciclo allá. Cuando pase la cuarentena y podamos retomar nuestras actividades, espero encontrar un nuevo trabajo con más retos, eso sí, que esté relacionado con el tema ambiental, como montar una granja agrosostenible”.

William espera que termine la cuarentena para encontrar un nuevo reto ambiental.

Desde la ventana de su casa, donde vive con su mamá, una de sus hermanas y una sobrina, William pajarea todos los días para ver las decenas de aves que vuelan por la zona. También contempla la fumarola del nevado del Ruiz, que algunos días se deja ver en todo su esplendor.

“Por la cuarentena solo he podido ir una vez a la quebrada La Sunia, que queda a 20 minutos de donde vivo. El paisaje siempre ha sido mágico, pero al no recibir mucha gente, hoy está mejor que nunca: el verde luce más intenso, el agua baja pura y hay muchas más aves. Hasta pude ver a un ñeque en la zona. Los colombianos somos afortunados de tener tanta naturaleza”.

La casa de los espantos

El año pasado, cuando trabajaba en la Alcaldía de Tena, William exploró un poco más las reservas de El Tambo y Rosa Blanca. Entre el denso bosque, se topó con una casa abandonada que le estremeció su cuerpo. “Parecía la imagen de una película de terror”.

Entre la espesa vegetación se esconde una antigua hacienda que fue sitio de paso de los españoles. Foto: Jhon Barros.

Sus compañeros de trabajo le dijeron que se trataba de La Casona, una antigua hacienda que en el pasado sirvió como sitio de descanso de los españoles. “Aunque está ubicada a pocos minutos del camino real de Tena, casi nadie la ve porque está rodeada de árboles y maleza. Dicen que en esta casa los españoles llegaban a dormir, descansar y comer luego de los largos recorridos, donde amarraban a sus mulas y caballos”.

Por simple curiosidad, William decidió inspeccionar el interior de la deteriorada vivienda. Lo que encontró lo impresionó aún más. “Además de la hojarasca en el piso, los murciélagos en los techos y las paredes carcomidas, mucha gente ha ingresado a pintar los muros con grafitis de símbolos de satanismo, brujería o muñecos obscenos. Venir acá de noche debe ser terrible, ya que deben haber muchos espíritus y espantos”.

La población ha aprovechado en abandono de la Casona para hacer de las suyas. Foto: Jhon Barros.

Para este joven, la casona abandonada debió ser un lugar muy pudiente en la época de los españoles, pero ahora solo inspira terror. “Quién sabe qué cosas han sucedido ahí. Cuando fui de día percibí muchas energías oscuras”. 

Por ahora, William no tiene contemplado regresar a la Casona, porque prefiere evitar posibles sustos. “Prefiero recorrer el bosque y las cascadas, donde he podido ver colibríes, búhos, lechuzas, carpinteros, lagartijas, serpientes, arañas, armadillos, ñeques y toches”.

La Casona es habitada por murciélagos, hojarasca y posiblemente espantos. Foto: Jhon Barros.

Este es un contenido periodístico de la Alianza Grupo Río Bogotá: un proyecto social y ambiental de la Fundación Coca-Cola, el Banco de Bogotá del Grupo Aval, el consorcio PTAR Salitre y la Fundación SEMANA para posicionar en la agenda nacional la importancia y potencial de la cuenca del río Bogotá y  sensibilizar a los ciudadanos en torno a la recuperación y cuidado del río más importante de la sabana.